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La oración se desarrollará unas veces de modo discursivo; otras, tal vez pocas, llena de fervor; y, quizá muchas, seca, seca, seca… Pero lo que importa es que tú, con la ayuda de Dios, no te desalientes.

Piensa en el centinela que está de guardia: desconoce si el Rey o el Jefe del Estado se encuentra en el palacio; no le consta lo que hace y, en la mayoría de los casos, el personaje no sabe quién le custodia.

—Nada de esto ocurre con nuestro Dios: El vive donde tú vivas; se ocupa de ti; te conoce y conoce tus pensamientos más íntimos…: ¡no abandones la guardia de la oración!

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