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Te entiendo perfectamente cuando me escribes sobre tu apostolado: “voy a hacer tres horas de oración con la Física. Será un bombardeo para que «caiga» otra posición, que se halla al otro lado de la mesa de la biblioteca…, y usted ya le conoció cuando vino por aquí”.

Recuerdo tu alegría, mientras me escuchabas que entre la oración y el trabajo no debe haber solución de continuidad.

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