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Resulta fácil —también ocurría en tiempo de Jesucristo— decir que no: negar o poner en entredicho una verdad de fe. —Tú, que te declaras católico, has de partir del “sí”.

—Después, con el estudio, serás capaz de exponer los motivos de tu certeza: de que no hay contradicción —no la puede haber— entre Verdad y ciencia, entre Verdad y vida.

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