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Lucha decididamente contra esa falsa humildad —comodidad, deberías llamarla—, que te impide comportarte con la madurez del buen hijo de Dios: ¡tienes que crecer!

—¿No te causa vergüenza contemplar que tus hermanos mayores llevan años de trabajo entregado, y tú aún no eres capaz —no quieres ser capaz— de levantar un dedo para ayudarles?

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