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Es verdad: no valemos nada, no somos nada, no podemos nada, no tenemos nada. Y, simultáneamente, en medio de la lucha cotidiana, no faltan los obstáculos, las tentaciones… Pero la “alegría” de tus hermanos disipará todas las dificultades, en cuanto te reúnas con ellos, porque los verás firmemente apoyados en El: «quia Tu es Deus fortitudo mea» —porque Tú eres, Señor, nuestra fortaleza.

Referencias a la Sagrada Escritura
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