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Se repite la escena, como con los convidados de la parábola. Unos, miedo; otros, ocupaciones; bastantes…, cuentos, excusas tontas.

Se resisten. Así les va: hastiados, hechos un lío, sin ganas de nada, aburridos, amargados. ¡Con lo fácil que es aceptar la divina invitación de cada momento, y vivir alegre y feliz!

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