“¿No se reirá, Padre, si le digo que —hace unos días— me sorprendí ofreciéndole al Señor, de una manera espontánea, el sacrificio de tiempo que me suponía tener que arreglar, a uno de mis pequeños, un juguete descompuesto?”
—No me sonrío, ¡gozo!: porque, con ese Amor, se ocupa Dios de recomponer nuestros desperfectos.