Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Generosidad.

¡Qué pena vivir, practicando como ocupación la de matar el tiempo, que es un tesoro de Dios! No caben las excusas, para justificar esa actuación. «Ninguno diga: dispongo solo de un talento, no puedo lograr nada. También con un solo talento puedes obrar de modo meritorio»20. ¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!

Cuando el cristiano mata su tiempo en la tierra, se coloca en peligro de matar su Cielo: cuando por egoísmo se retrae, se esconde, se despreocupa. El que ama a Dios, no solo entrega lo que tiene, lo que es, al servicio de Cristo: se da él mismo. No ve –con mirada rastrera– su yo en la salud, en el nombre, en la carrera.

Mío, mío, mío..., piensan, dicen y hacen muchos. ¡Qué cosa más molesta! Comenta San Jerónimo que «verdaderamente, lo que está escrito: para buscar excusas a los pecados (Ps CXL, 4), se realiza en esta gente que, al pecado de soberbia, añade la pereza y la negligencia»21.

Es la soberbia la que conjuga continuamente ese mío, mío, mío... Un vicio que convierte al hombre en criatura estéril, que anula las ansias de trabajar por Dios, que le lleva a desaprovechar el tiempo. No pierdas tu eficacia, aniquila en cambio tu egoísmo. ¿Tu vida para ti? Tu vida para Dios, para el bien de todos los hombres, por amor al Señor. ¡Desentierra ese talento! Hazlo productivo: y saborearás la alegría de que, en este negocio sobrenatural, no importa que el resultado no sea en la tierra una maravilla que los hombres puedan admirar. Lo esencial es entregar todo lo que somos y poseemos, procurar que el talento rinda, y empeñarnos continuamente en producir buen fruto.

Dios nos concede quizá un año más para servirle. No pienses en cinco, ni en dos. Fíjate solo en este: en uno, en el que hemos comenzado: ¡a entregarlo, a no enterrarlo! Esta ha de ser nuestra determinación.

Estamos enumerando con rapidez algunas virtudes humanas. Sé que, en vuestra oración al Señor, aflorarán otras muchas. Yo quisiera detenerme ahora unos instantes en una cualidad maravillosa: la magnanimidad.

Magnanimidad: ánimo grande, alma amplia en la que caben muchos. Es la fuerza que nos dispone a salir de nosotros mismos, para prepararnos a emprender obras valiosas, en beneficio de todos. No anida la estrechez en el magnánimo; no media la cicatería, ni el cálculo egoísta, ni la trapisonda interesada. El magnánimo dedica sin reservas sus fuerzas a lo que vale la pena; por eso es capaz de entregarse él mismo. No se conforma con dar: se da. Y logra entender entonces la mayor muestra de magnanimidad: darse a Dios.

Notas
20

S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae, 78, 3 (PG 58, 714).

Notas
21

S. Jerónimo, Commentariorum in Matthaeum libri, 4, 25 (PL 26, 195).