Lista de puntos
«Padre –me decía aquel muchachote (¿qué habrá sido de él?), buen estudiante de la Central1—, pensaba en lo que usted me dijo... ¡que soy hijo de Dios!, y me sorprendí por la calle, ‘engallado’ el cuerpo y soberbio por dentro... ¡hijo de Dios!»
Le aconsejé, con segura conciencia, fomentar la «soberbia».
Distraerte. —¡Necesitas distraerte!..., abriendo mucho tus ojos para que entren bien las imágenes de las cosas, o cerrándolos casi, por exigencia de tu miopía...
¡Ciérralos del todo!: ten vida interior, y verás, con color y relieve insospechados, las maravillas de un mundo mejor, de un mundo nuevo: y tratarás a Dios..., y conocerás tu miseria..., y te endiosarás... con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/camino/128/ (08/05/2024)