Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Camino» cuya materia es Infancia espiritual  → vida de infancia.

La santa desvergüenza es una característica de la «vida de infancia». Al pequeño, no le preocupa nada. —Sus miserias, sus naturales miserias, se ponen de relieve sencillamente, aunque todo el mundo le contemple...

Esa desvergüenza, llevada a la vida sobrenatural, trae este raciocinio: alabanza, menosprecio...: admiración, burla...: honor, deshonor...: salud, enfermedad...: riqueza, pobreza...: hermosura, fealdad...

Bien; y eso... ¿qué?

¿Verdad, Señor, que te daba consuelo grande aquella «sutileza» del hombrón niño que, al sentir el desconcierto que produce obedecer en cosa molesta y de suyo repugnante, te decía bajito: ¡Jesús, que haga buena cara!?

En la vida espiritual de infancia las cosas que dicen o hacen los «niños» nunca son niñerías y puerilidades.

No olvides, niño bobo, que el Amor te ha hecho omnipotente.

Niño: no pierdas tu amorosa costumbre de «asaltar» Sagrarios.

Cuando te llamo «niño bueno» no pienses que te imagino encogido, apocado. —Si no eres varonil y... normal, en lugar de ser un apóstol serás una caricatura que dé risa.

Niño bueno: dile a Jesús muchas veces al día: te amo, te amo, te amo...

Cuando te apuren tus miserias no quieras entristecerte. —Gloríate en tus enfermedades, como San Pablo, porque a los niños se les permite, sin temor al ridículo, imitar a los grandes.

Que tus faltas e imperfecciones, y aun tus caídas graves, no te aparten de Dios. —El niño débil, si es discreto, procura estar cerca de su padre.

No te apures, si te enfadas, cuando haces esas pequeñas cosas que Él te pide. —Ya llegarás a sonreír...

¿No ves con qué mala gana da el niño sencillo a su padre, que le prueba, la golosina que tenía en sus manos? —Pero, se la da: ha vencido el amor.

Cuando quieres hacer las cosas bien, muy bien, resulta que las haces peor. —Humíllate delante de Jesús, diciéndole: ¿has visto cómo todo lo hago mal? —Pues, si no me ayudas mucho, ¡aún lo haré peor!

Ten compasión de tu niño: mira que quiero escribir cada día una gran plana en el libro de mi vida... Pero, ¡soy tan rudo!, que si el Maestro no me lleva la mano, en lugar de palotes esbeltos salen de mi pluma cosas retorcidas y borrones que no pueden enseñarse a nadie.

Desde ahora, Jesús, escribiremos siempre entre los dos.

Reconozco mi torpeza, Amor mío, que es tanta..., tanta, que hasta cuando quiero acariciar hago daño. —Suaviza las maneras de mi alma: dame, quiero que me des, dentro de la recia virilidad de la vida de infancia, esa delicadeza y mimo que los niños tienen para tratar, con íntima efusión de Amor, a sus padres.

Referencias a la Sagrada Escritura