Lista de puntos

Hay 24 puntos en «Camino» cuya materia es Amor.

Tienes ambiciones:... de saber..., de acaudillar..., de ser audaz.

Bueno. Bien. —Pero... por Cristo, por Amor.

Amar a Dios y no venerar al Sacerdote... no es posible.

Eso de sujetarse a un plan de vida, a un horario —me dijiste—, ¡es tan monótono! Y te contesté: hay monotonía porque falta Amor.

Me has hecho reír con tu oración... impaciente. —Le decías: «no quiero hacerme viejo, Jesús... ¡Es mucho esperar para verte! Entonces, quizá no tenga el corazón en carne viva, como lo tengo ahora. Viejo, me parece tarde. Ahora, mi unión sería más gallarda, porque te quiero con Amor de doncel».

El Amor... ¡bien vale un amor!

Ese Cristo, que tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios... —Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!

Te has portado bien..., aunque hayas caído así de hondo. —Te has portado bien, porque te humillaste, porque has rectificado, porque te has llenado de esperanza, y la esperanza te trajo de nuevo al Amor. —No pongas esa cara boba de pasmo: ¡te has portado bien! —Te alzaste del suelo: «surge», resonó de nuevo la voz poderosa, «et ambula!»: ahora, ¡a trabajar!

Pierde el miedo a llamar al Señor por su nombre —Jesús— y a decirle que le quieres.

Tú sabes que hay «consejos evangélicos». Seguirlos es una finura de amor. —Dicen que es camino de pocos. —A veces, pienso que podría ser camino de muchos.

No te importe si dicen que tienes espíritu de cuerpo. ¿Qué quieren? ¿Un instrumento delicuescente, que se haga pedazos a la hora de empuñarlo?

No pidas a Jesús perdón tan sólo de tus culpas: no le ames con tu corazón solamente...

Desagráviale por todas las ofensas que le han hecho, le hacen y le harán..., ámale con toda la fuerza de todos los corazones de todos los hombres que más le hayan querido.

Sé audaz: dile que estás más loco por Él que María Magdalena, más que Teresa y Teresita..., más chiflado que Agustín y Domingo y Francisco, más que Ignacio y Javier.

Que el fuego de tu Amor no sea un fuego fatuo. —Ilusión, mentira de fuego, que ni prende en llamaradas lo que toca, ni da calor.

«Timor Domini sanctus». —Santo es el temor de Dios. —Temor que es veneración del hijo para su Padre, nunca temor servil, porque tu Padre-Dios no es un tirano.

Dolor de Amor. —Porque Él es bueno. —Porque es tu Amigo, que dio por ti su Vida. —Porque todo lo bueno que tienes es suyo. —Porque le has ofendido tanto... Porque te ha perdonado... ¡Él!... ¡¡a ti!!

—Llora, hijo mío, de dolor de Amor.

¡Si un hombre hubiera muerto por librarme de la muerte!...

—Murió Dios. Y me quedo indiferente.

¡Loco! —Ya te vi —te creías solo en la capilla episcopal— poner en cada cáliz y en cada patena, recién consagrados, un beso: para que se lo encuentre Él, cuando por primera vez «baje» a esos vasos eucarísticos.

No olvides que el Dolor es la piedra de toque del Amor.

Rectitud de corazón y buena voluntad: con estos dos elementos y la mirada puesta en cumplir lo que Dios quiere, verás hechos realidad tus ensueños de Amor y saciadas tus hambres de almas.

Gustosamente harían su oficio los Santos Ángeles Custodios con aquella alma que les decía: «Ángeles Santos, yo os invoco, como la Esposa del Cantar de los Cantares, ‘ut nuntietis ei quia amore langueo’ —para que le digáis que muero de amor».

En carne viva. —Así te encuentras. Todo te hace sufrir en las potencias y en los sentidos. Y todo te es tentación...

Sé humilde —insisto—: verás qué pronto te sacan de ese estado: y el dolor se trocará en gozo: y la tentación, en segura firmeza.

Pero, mientras, aviva tu fe; llénate de esperanza; y haz continuos actos de Amor, aunque pienses que son sólo de boca.

Me hablas de morir «heroicamente». —¿No crees que es más «heroico» morir inadvertido en una buena cama, como un burgués..., pero de mal de Amor?

Que ningún afecto te ate a la tierra, fuera del deseo divinísimo de dar gloria a Cristo y, por Él y con Él y en Él, al Padre y al Espíritu Santo.

Dile, a... ese, que necesito cincuenta hombres que amen a Jesucristo sobre todas las cosas.

A veces nos sentimos inclinados a hacer pequeñas niñadas. —Son pequeñas obras de maravilla delante de Dios, y, mientras no se introduzca la rutina, serán desde luego esas obras fecundas, como fecundo es siempre el Amor.

Referencias a la Sagrada Escritura
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