Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Camino» cuya materia es Primeros cristianos .

«¡Influye tanto el ambiente!», me has dicho. —Y hube de contestar: sin duda. Por eso es menester que sea tal vuestra formación, que llevéis, con naturalidad, vuestro propio ambiente, para dar «vuestro tono» a la sociedad con la que conviváis.

—Y, entonces, si has cogido ese espíritu, estoy seguro de que me dirás con el pasmo de los primeros discípulos al contemplar las primicias de los milagros que se obraban por sus manos en nombre de Cristo: «¡Influimos tanto en el ambiente!».

«Saludad a todos los santos. Todos los santos os saludan. A todos los santos que viven en Éfeso. A todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos» —¿Verdad que es conmovedor ese apelativo —¡santos!— que empleaban los primeros fieles cristianos para denominarse entre sí?

—Aprende a tratar a tus hermanos.

Lo que a ti te maravilla a mí me parece razonable. —¿Que te ha ido a buscar Dios en el ejercicio de tu profesión?

Así buscó a los primeros: a Pedro, a Andrés, a Juan y a Santiago, junto a las redes: a Mateo, sentado en el banco de los recaudadores...

Y, ¡asómbrate!, a Pablo, en su afán de acabar con la semilla de los cristianos.

Querrías atraer a tu apostolado a aquel hombre sabio, a aquel otro poderoso, a aquel lleno de prudencia y virtudes.

Ora, ofrece sacrificios y trabájalos con tu ejemplo y con tu palabra. —¡No vienen! —No pierdas la paz: es que no hacen falta.

¿Crees que no había contemporáneos de Pedro, sabios, y poderosos, y prudentes, y virtuosos, fuera del apostolado de los primeros doce?

«Non manifeste, sed quasi in occulto» —no con publicidad, sino ocultamente: así va Jesús a la fiesta de los Tabernáculos.

Así irá, camino de Emaús, con Cleofás y su compañero. —Así le ve, resucitado, María de Magdala.

Y así —«non tamen cognoverunt discipuli quia Jesus est» —los discípulos no conocieron que era Él— así acudió a la pesca milagrosa que nos cuenta San Juan.

Y más oculto aún, por Amor a los hombres, está en la Hostia.

Como los religiosos observantes tienen afán por saber de qué manera vivían los primeros de su orden o congregación, para acomodarse ellos a aquella conducta, así tú —caballero cristiano— procura conocer e imitar la vida de los discípulos de Jesús, que trataron a Pedro y a Pablo y a Juan, y casi fueron testigos de la Muerte y Resurrección del Maestro.

Me parece tan bien tu devoción por los primeros cristianos, que haré lo posible por fomentarla, para que ejercites —como ellos—, cada día con más entusiasmo, ese apostolado eficaz de discreción y de confidencia.

«¿Acaso no tenemos facultad de llevar en los viajes alguna mujer hermana en Jesucristo, para que nos asista, como hacen los demás apóstoles y los parientes del Señor y el mismo Pedro?»

Esto dice San Pablo en su primera epístola a los Corintios. —No es posible desdeñar la colaboración de «la mujer en el apostolado».

«Algún tiempo después —se lee en el cap. VIII de San Lucas— andaba Jesús por las ciudades y aldeas predicando, y anunciando el reino de Dios, acompañado de los doce y de algunas mujeres, que habían sido libradas de los espíritus malignos y curadas de varias enfermedades, de María, por sobrenombre Magdalena, de la cual había echado siete demonios, y de Juana, mujer de Cusa, mayordomo del rey Herodes, y de Susana y de otras que le asistían con sus bienes».

Copio. Y pido a Dios que, si alguna mujer me lee, se llene de una santa envidia, llena de eficacia.

Más recia la mujer que el hombre, y más fiel, a la hora del dolor. —¡María de Magdala y María Cleofás y Salomé!

Con un grupo de mujeres valientes, como esas, bien unidas a la Virgen Dolorosa, ¡qué labor de almas se haría en el mundo!