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Hay 2 puntos en «Cartas I» cuya materia es Formación cristiana  → enseñar los deberes cívicos.

Deberes cívicos

Este empeño de doctrina y de vida que nos da la Iglesia Católica, y que a vosotros, hijos míos, os empuja a servir a Dios mientras servís a vuestra patria, se concreta en unos puntos de verdad firmes, inconmovibles. Son principios indiscutibles que constituyen el denominador común −vinculum fidei− no vuestro, no de mis hijos, sino de todos los católicos, de todos los hijos fieles de la Santa Madre Iglesia.

Os diré, a este propósito, cuál es mi gran deseo: querría que, en el catecismo de la doctrina cristiana para los niños, se enseñara claramente cuáles son estos puntos firmes, en los que no se puede ceder, al actuar de un modo o de otro en la vida pública; y que se afirmara, al mismo tiempo, el deber de actuar, de no abstenerse, de prestar la propia colaboración para servir con lealtad, y con libertad personal, al bien común. Es éste un gran deseo mío, porque veo que así los católicos aprenderían estas verdades desde niños, y sabrían practicarlas luego cuando fueran adultos.

Es frecuente, en efecto, aun entre católicos que parecen responsables y piadosos, el error de pensar que sólo están obligados a cumplir sus deberes familiares y religiosos, y apenas quieren oír hablar de deberes cívicos. No se trata de egoísmo: es sencillamente falta de formación, porque nadie les ha dicho nunca claramente que la virtud de la piedad −parte de la virtud cardinal de la justicia− y el sentido de la solidaridad cristiana se concretan también en este estar presentes, en este conocer y contribuir a resolver los problemas que interesan a toda la comunidad.

Por supuesto, no sería razonable pretender que cada uno de los ciudadanos fuera un profesional de la política; esto, por lo demás, resulta hoy materialmente imposible incluso en las sociedades más reducidas, por la gran especialización y la completa dedicación que exigen todas las tareas profesionales, y entre ellas la misma tarea política.

Pero sí se puede y se debe exigir un mínimo de conocimiento de los aspectos concretos que adquiere el bien común en la sociedad, en la que vive cada uno, en unas circunstancias históricas determinadas; y también se puede exigir un mínimo de comprensión de la técnica −de las posibilidades reales, limitadas− de la pública administración y del gobierno civil, porque sin esta comprensión no puede haber crítica serena y constructiva ni opciones sensatas.

Conviene, por eso, que haya muchas posibilidades de adquirir un hondo sentido social y de cooperación, para lograr el bien común. Ya os hablé de esa medida concreta del catecismo; pero, también en el campo de la pedagogía escolar −de la formación humana−, bueno sería que los maestros, sin imponer criterios personales en lo opinable, enseñaran el deber de actuar libre y responsablemente en el campo de las tareas cívicas.