Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas II» cuya materia es Iglesia → todos están llamados a servir.

No penséis, sin embargo, que sea fácil hacer de la vida un servicio. Es necesario traducir en realidades ese buen deseo, porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en la virtud7, y la práctica de una ayuda constante a los demás no es posible sin sacrificio. Instantia mea quotidiana sollicitudo omnium ecclesiarum8, carga sobre mí la preocupación de todas las iglesias –escribía San Pablo–, y este suspiro del Apóstol recuerda a todos los cristianos la responsabilidad que todos los fieles hemos de sentir, para poner a los pies de la Esposa de Jesucristo –de la Iglesia santa– lo que somos y lo que poseemos, amándola fidelísimamente, aun a costa de la hacienda, de la honra y de la vida.

Por eso, al empezar estas consideraciones, me viene a la memoria el duro peso que grava sobre el Papa y sobre los obispos, y me siento urgido a recordaros la veneración, el afecto, la ayuda que debéis darles con vuestra oración y con vuestra vida entregada. Los miembros del Cuerpo Místico son ciertamente variadísimos, pero todos pueden resumir su misión en el servicio a Dios, a la totalidad del Cuerpo Místico, a las almas.

Hay sí, diversidad de dones espirituales, pero el Espíritu es uno mismo. Hay también diversidad de ministerios, pero el Señor es uno mismo. Hay diversidad de operaciones sobrenaturales, pero el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos. Los dones visibles del Espíritu se dan a cada uno para la utilidad.

Así uno recibe del Espíritu el don de hablar con profunda sabiduría; otro recibe del mismo Espíritu el don de hablar con ciencia; a este le da el mismo Espíritu una fe extraordinaria; al otro la gracia de curar enfermedades por el mismo Espíritu; a quien, el don de hacer milagros; a quien, el don de profecía; a quien, discreción de espíritus; a quien, el don de hablar varios idiomas; a quien, el de interpretar las palabras. Todo esto lo causa el mismo indivisible Espíritu, repartiendo sus gracias a cada uno según quiere9.

Todos, pues, somos útiles en la Iglesia: necesarios, diría. Todos tenemos una única misión que cumplir –servir y trabajar apostólicamente– y está claro que a la vista de esa comunidad de intentos, no hay tareas o carismas de mayor o menor importancia: el puesto que a cada uno le corresponde será alto o bajo, solamente en razón de la fidelidad a la gracia de Dios y de la rectitud de intención que se tenga al desempeñarlo.

Por eso, Él mismo a unos ha constituido apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y doctores, a fin de que trabajen en la perfección de los santos, en las funciones de su ministerio, en la edificación del Cuerpo de Jesucristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de una misma fe y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios, al estado de varón perfecto, a la medida de la edad perfecta según Cristo10.

No podéis olvidar, de todos modos, que la misión de servicio recae especialmente sobre los que tienen autoridad en la Iglesia; y cuanto más arriba se está, es mayor el alcance de la responsabilidad y la obligación del sacrificio.

Es dura la carga de llevar en la tierra el peso de la Iglesia, y la de procurar su continuo crecimiento; y os lo repito, para que así aumente cada día el amor que el espíritu de la Obra os hace sentir por quienes tienen sobre los hombros esa misión; y para que hagáis que siempre cuenten con la ayuda de vuestra unidad y con el apoyo de vuestro trabajo apostólico en medio del mundo, entre los otros ciudadanos, vuestros iguales.

Notas
7

1 Co 4,20.

8

2 Co 11,28.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
9

1 Co 12,4-11.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
10

Ef 4,11-13.

Referencias a la Sagrada Escritura