Lista de puntos

Hay 7 puntos en «Cartas II» cuya materia es Obra de San Rafael → a qué tiende la formación humana que se da.

Nuestra obra de San Rafael se ha de dirigir a jóvenes selectos de toda condición social, estudiantes o no, sin distinción de ningún tipo. No os maraville que diga selectos, aunque nos interesan igualmente todas las almas. Precisamente por eso, para llegar a todos, hay que formar a los selectos. Cada día –en la Santa Misa– los encomiendo, al recitar con las manos extendidas, sobre la oblata: et in electorum tuorum iubeas grege numerari!1; dígnate acogernos, Señor, en el grupo de tus escogidos, de los selectos.

Sin formar asociación, los chicos vienen a participar de las actividades que se desarrollan en y desde nuestras casas, y así tenemos posibilidad de darles una buena preparación sobrenatural y humana, acercándolos al Opus Dei, facilitándoles los medios para desarrollar su carácter, enseñándoles a pelear y a vencer en la lucha ascética.

A través de este apostolado, proporcionamos a un gran número de personas el espíritu básico de la Obra: para formar su personalidad, para enseñarles a administrar su libertad, para darles doctrina católica con el testimonio de nuestra vida y con la palabra, y para hacerles adquirir la cristiana preocupación de servir con naturalidad –por Amor de Dios– a las almas.

El fin inmediato es dar una formación integral

El fin inmediato de la obra de San Rafael es, por tanto, la formación integral de todos los que toman parte en esta labor. Han de darse cuenta de que participan activamente en algo muy importante, porque vienen a disponerse, para ser después buenos padres de familia o –si Dios quiere– almas totalmente dedicadas a su servicio. Por eso, se les exige empeño, seriedad: un principio de compromiso, sentido de responsabilidad.

Si el estudiante sigue durante sus años de universidad desempeñando el papel del hijo de familia pudiente, de irresponsable o de infantilizado, no se le puede pedir que se haga hombre de golpe –cuando acaba sus estudios–, por el mero hecho de recibir un diploma o un título profesional.

Cosa análoga se puede decir de chicos o de chicas de cualquier ambiente social: verdaderamente, una juventud abandonada es como un terreno inculto, que no produce sino espinas2. Es esta nuestra misión: formar hombres y mujeres cabales, cultivar ese terreno, para que fructifique.

Por eso, en el aspecto humano, inculcamos primero en las chicas y en los chicos de San Rafael un gran sentido de responsabilidad, haciéndoles ver la obligación grave que tienen de estudiar o de trabajar, y de santificarse en el cumplimiento de este fundamental deber. Así fomentamos en los corazones jóvenes las virtudes humanas, que son base necesaria para cultivar las virtudes sobrenaturales.

Y aprenden a vivir una característica muy peculiar del espíritu de la Obra: comprender a todos, disculpar, convivir. Este espíritu de verdadera caridad cristiana les ayuda a tener –entre sí y con todos los demás– detalles prácticos de fraternidad: y prende en ellos el deseo eficaz de hacer apostolado con sus amigos y compañeros.

Esa relación previa es indispensable, para que la amistad nos permita conocer al que tratamos y, convencidos de que reúne las condiciones mínimas de selección, se le hable de la necesidad de un ideal por el que luchar; que no es otro que un catolicismo bien vivido, que ayude a conseguir también el mejoramiento de la sociedad y la solución de todos los problemas que este mundo presenta.

Le diremos que eso se puede lograr a base del mejoramiento de la conducta individual de cada uno, con una revalorización de las virtudes humanas, por lo general olvidadas; y que, como luchar solos es difícil, necesitamos apoyarnos unos en otros para perseverar en esa lucha. De esta manera, obtendremos los datos necesarios, porque, quien no sea capaz de comprender la Obra, no sirve para la labor de San Rafael.

Después habrá que considerar especialmente las virtudes humanas del posible candidato, sobre las que siempre se puede hacer una labor espiritual, mediante la gracia: que sea sincero, generoso, trabajador, noble, discreto, optimista. Los frívolos, con una frivolidad ya arraigada, no es fácil que puedan cambiar con las clases de formación.

También habrá que tener en cuenta la inteligencia, el porte exterior –para sostener el tono humano de la Obra–, la fama, el ascendiente entre sus compañeros y amigos, la capacidad para asimilar las ideas que se le enseñen.

No olvidéis que aquel que tuviera, por ejemplo, una deformación de piedad, y la mantuviese como un dogma inatacable, difícilmente encajaría, porque sostendrá sus criterios propios ya arraigados de apostolado, y la labor entre los demás será negativa.

Eficacia de la obra de San Rafael

Por lo que os vengo diciendo, veis que esta labor de San Rafael es muy necesaria y muy digna de cualquier sacrificio. Por eso, hemos de acercarnos con mucha naturalidad a todos los jóvenes, a través de otros compañeros que ya están bien dispuestos por la obra, para ayudarles a que nos comprendan, porque hay tantos –desgraciadamente– que van difundiendo en el mundo, entre la juventud, lo que pudiéramos llamar la enfermedad de la hostilidad humana. No es verdad que el hombre esté movido solamente por motivos económicos; y esto es lo que meten en el corazón de la juventud, junto con propagandas que corrompen las costumbres de su vida.

Hemos de enseñar, en la obra de San Rafael, que hay que hacer una gran batalla contra la miseria, contra la ignorancia, contra la enfermedad, contra el sufrimiento. Una batalla que se haga a la luz del día, porque no necesitamos jamás nosotros de las sombras de la noche.

Entonces será la hora de decir, al oído de cada uno, que es cierto que se puede hacer una operación quirúrgica con un cuchillo sucio y enmohecido, pero que será muy difícil que esa operación tenga buen resultado; por tanto, que ellos –que son el instrumento de Dios, como nosotros– han de procurar estar limpios, brillantes, puros; y han de empeñarse en tener la ciencia del cirujano, del cirujano de las almas: la doctrina de Jesucristo y la práctica de la piedad, que los mantendrá libres de ciertas miserias.

Pensad que hasta los niños –de modo particular ahora– tienen pensamientos de aventura, de acción, de triunfo, de pasión. Pero no de aventuras del espíritu, que les son desconocidas o les resultan demasiado difíciles, o –lo que es peor– están incapacitados para descubrirlas.

Porque el estilo general de la civilización, que nos envuelve, ha alterado la visión de muchas cosas que podrían ser de otra forma, y deberían estar orientadas por otro camino: es decir, por el sentido del trabajo santificado y santificador; por el sentido de la proyección personal de nuestras ilusiones sobrenaturales en el mundo del trabajo hecho con perfección; por la acción eficaz de la honradez eficiente y organizada.

Y haremos saber que no está cerrado, para encontrar a Dios, ningún camino noble y humano; sino que están preparados todos esos caminos para responder positivamente, si la juventud se sabe librar de la intoxicación que se difunde con soluciones materialistas de la vida.

Hemos de hacer que los hombres no se mantengan en la idiotez de la frivolidad, en una idiotez que es inútil y siempre peligrosa. Hemos de hacer, a lo largo de cada edad, que desarrollen los jóvenes su capacidad para enfrentarse con los problemas de este mundo, con un modo de hablar moralizador, que no sea amenazador pero que tenga la fuerza vital de arrastrar, que ponga en marcha una generación que no está encauzada.

Procuraremos lograr que, en la boca de nuestra gente joven, esté la tremenda palabra sobrenatural que mueve, que incita, que es la expresión de una disposición vital comprometida: nunca es la repetición grotesca, mortecina, de frases y palabras, que no pueden ser de Dios.

En medio de este cataclismo mundial, de tanto odio y de tanta destrucción, os digo una vez más que hemos sido llamados a ser sembradores de paz y de alegría. A la vuelta de pocos años, si rezáis y trabajáis con fe y con perseverancia, podremos preparar reuniones y cursos internacionales –ayudados por los chicos de San Rafael– con jóvenes de muchos países, y también podremos estar presentes en las iniciativas que promuevan organismos internacionales.

En nuestras Residencias o en otras labores de la obra de San Rafael, hemos de organizar cursos especiales y actividades de carácter cultural, especialmente durante las vacaciones. Algunas veces, será también este un modo discreto de tener los socios de la Obra un tiempo especial de formación. Y siempre será medio para hacer una labor interesante: el apostolado con estudiantes extranjeros, a que antes me he referido.

De este modo ayudaremos eficazmente a crear un clima de entendimiento mutuo, de convivencia, con una visión amplia y universal, que ahogue en caridad todos los odios y rencores: sin lucha de clases, sin nacionalismos, sin discriminaciones. Soñad, y os quedaréis cortos.

Notas

Sobre la diferencia entre selección y elitismo, ver glosario (N. del E.).

1

Missale Romanum, Plegaria eucarística I.

Notas
2

S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 49, 6 (PG 58, col. 504).