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Hay 9 puntos en «Cartas II» cuya materia es Residencias universitarias .

Las Residencias universitarias

Entre las labores corporativas de la Obra en el campo de la enseñanza –que serán muy variadas: también aquí puedo deciros que es un mar sin orillas–, no han de faltar nunca las Residencias universitarias, instrumentos espléndidos para el apostolado de la doctrina, que hemos procurado tener desde el comienzo.

Quiero ahora recordaros, hijas e hijos queridísimos, algunas características de este importante trabajo apostólico, en el que con tanto fruto venís trabajando muchos de vosotros, llenos de amor de Dios y con espíritu de sacrificio. Los que conmigo habéis vivido el principio de esta labor, sabéis que no es un trabajo fácil, pero también habéis tenido ya tiempo de ver su necesidad y de agradecer a Dios la eficacia apostólica de esta tarea. A los demás, a cada uno, cuando haya de experimentar las dificultades iniciales, digo con el Apóstol: el labrador ha de fatigarse antes de percibir los frutos. Entiende bien lo que quiero decir, porque el Señor te dará la inteligencia de todo36.

Nuestras Residencias reúnen, en un ambiente sereno de familia cristiana y de estudio, a jóvenes universitarios decididos a dedicarse seriamente a su preparación profesional y dispuestos a mejorar su formación humana y, si son cristianos, su vida sobrenatural.

El ambiente de familia es un elemento esencial de la Residencia, que no puede faltar nunca, que es indispensable para el apostolado. Por eso, es necesario cuidar –desde el primer año de su funcionamiento– la selección de los residentes. A muchos, se les deberá haber conocido previamente a través de la obra de San Rafael, que debe preceder, acompañar y seguir toda actividad corporativa de apostolado con la juventud. No importa si al principio no se llenan todas las plazas disponibles: en cuanto el primer grupo de residentes haya comenzado a vivir nuestro espíritu y se haya formado nuestro ambiente, la Residencia se llenará, y no habrá plazas suficientes para atender todas las peticiones que lleguen.

Por la misma razón, para conservar el tono de familia de que vengo hablando, si la Residencia fuese muy grande, se hará necesario formar grupos reducidos, como si fueran distintos vecinos de la misma casa; y la misma disposición del edificio deberá acomodarse a este criterio.

Los residentes, por su parte, han de saber que –al ser admitidos– se establece un acuerdo entre la Residencia y ellos, y que contraen así unas precisas obligaciones, correlativas a los derechos que adquieren. La Residencia les ofrece los medios de formación –cultural, humana y religiosa–; un ambiente de familia y de estudio, alegre y sereno; y unas condiciones dignas de alojamiento, alimentación, servicio, etc. Y ellos se obligan a respetar las normas del reglamento, que son bien poca cosa, y que no constituyen ninguna disminución de su libertad: al contrario, son precisamente una manifestación de su recto ejercicio, para quien tenga la suficiente madurez humana.

Habéis de procurar que todos los residentes colaboren desde el principio y activamente en el buen funcionamiento de la labor: que se sientan en su casa, con responsabilidad, sin interferir en el gobierno que corresponde solo a la dirección de la Residencia, y sin pretender alterar el espíritu que la anima. Que aprendan a ejercitarse en buenas obras, para atender a las apremiantes necesidades, y que no sean hombres infructuosos37.

A nuestras Residencias nadie viene forzado, sino libremente. Y el que viene, sabe que tenemos un espíritu determinado y un cristiano modo de vivir. No puede nadie pretender, en nombre de un falso concepto de la libertad, que la vida en la Residencia se adapte a las pretensiones de alguno que quisiera llevar, dentro de nuestra casa, una conducta que no fuera noble y digna. Si un estudiante no se encuentra bien en el ambiente de la Residencia, habrá que aconsejarle que vaya a otro sitio, al mismo tiempo que se le asegura que podrá contar siempre con nuestra amistad y con nuestra ayuda.

Nosotros respetamos la libertad de todos –incluida la de quien no encaja en nuestro plan de trabajo–, y es justo que los residentes respeten nuestra libertad, para disponer las cosas como mejor nos parezca: es preciso que todos vivamos como libres, y no como quien tiene la libertad por cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios38.

Decía que nuestras Residencias son lugares de formación humana y espiritual, donde los estudiantes adquieren la honda persuasión de que, como buenos ciudadanos y como buenos católicos, tienen el deber grave de alcanzar una sólida formación profesional.

De ahí, que sea necesario un ambiente de estudio intenso y constante, que todos deben contribuir a mantener. Habrá que conseguir de nuestros amigos y colaboradores, y también de los residentes más antiguos, que pongan con alegría parte de su tiempo a disposición de los estudiantes más jóvenes, para orientarles y ayudarles en su estudio, y para facilitar de este modo su formación profesional. En este y en los demás aspectos de la vida de la Residencia, es muy importante que los residentes colaboren con generosidad, sintiéndose responsables de los demás y de la marcha de la casa.

Nuestras Residencias nacen todas con un defecto original: porque destinamos espacios no pequeños a esos locales que deben servir para la labor de formación: oratorio, sala de estudio, biblioteca, salas de estar, etc.; sin contar, además, la casa destinada a la Administración. Esto, entre otras cosas, supone un peso económico muy grande, bastante mayor que el de las demás Residencias universitarias.

La Obra es y será pobre: vivimos de nuestro trabajo. Sin embargo, no dejaremos nunca de poner Residencias, porque son un instrumento prácticamente necesario para el apostolado de la doctrina, que tenemos la obligación de hacer; y no ahorraremos sacrificios, para poder cumplir gustosamente con este deber. Quaerite primum regnum Dei, et iustitiam eius: et haec omnia adiicientur vobis39; buscad con rectitud de intención el cumplimiento de la voluntad de Dios, su gloria en servicio de todas las almas, y no nos faltarán los medios necesarios.

Hemos de hacer que los hombres no se mantengan en la idiotez de la frivolidad, en una idiotez que es inútil y siempre peligrosa. Hemos de hacer, a lo largo de cada edad, que desarrollen los jóvenes su capacidad para enfrentarse con los problemas de este mundo, con un modo de hablar moralizador, que no sea amenazador pero que tenga la fuerza vital de arrastrar, que ponga en marcha una generación que no está encauzada.

Procuraremos lograr que, en la boca de nuestra gente joven, esté la tremenda palabra sobrenatural que mueve, que incita, que es la expresión de una disposición vital comprometida: nunca es la repetición grotesca, mortecina, de frases y palabras, que no pueden ser de Dios.

En medio de este cataclismo mundial, de tanto odio y de tanta destrucción, os digo una vez más que hemos sido llamados a ser sembradores de paz y de alegría. A la vuelta de pocos años, si rezáis y trabajáis con fe y con perseverancia, podremos preparar reuniones y cursos internacionales –ayudados por los chicos de San Rafael– con jóvenes de muchos países, y también podremos estar presentes en las iniciativas que promuevan organismos internacionales.

En nuestras Residencias o en otras labores de la obra de San Rafael, hemos de organizar cursos especiales y actividades de carácter cultural, especialmente durante las vacaciones. Algunas veces, será también este un modo discreto de tener los socios de la Obra un tiempo especial de formación. Y siempre será medio para hacer una labor interesante: el apostolado con estudiantes extranjeros, a que antes me he referido.

De este modo ayudaremos eficazmente a crear un clima de entendimiento mutuo, de convivencia, con una visión amplia y universal, que ahogue en caridad todos los odios y rencores: sin lucha de clases, sin nacionalismos, sin discriminaciones. Soñad, y os quedaréis cortos.

Para desarrollar la labor de San Rafael, también es conveniente promover apostolados corporativos con la juventud, que son y serán cada vez más variados: como toda esa gama de actividades, alrededor de la obra de San Rafael, de que acabo de hablaros.

La primera tarea ha sido y ha de ser siempre la obra de San Rafael. Nunca hemos comenzado una Residencia de estudiantes, por ejemplo, sin haber puesto antes en marcha la labor de San Rafael, como hemos podido, aun con carencia casi absoluta de medios materiales.

Lo mismo ha de decirse de cualquier otro apostolado corporativo: la obra de San Rafael ha de precederlo y acompañarlo. Y así, los chicos y no pocas veces sus familias ayudarán, con su oración y con su trabajo, a la instalación de los medios materiales y a todo lo necesario para esa labor corporativa, que consideran como cosa propia: veréis cómo lo hacen siempre con gusto, con alegría; y que, para ellos, supone un gran acercamiento a la Obra.

Colaboración responsable de los residentes selectos

Os decía que la obra de San Rafael ha de preceder y acompañar a cualquier obra corporativa. Así se consigue también que haya, desde el primer momento, un ambiente verdaderamente nuestro. En el caso de las Residencias, se podrá contar de este modo con un buen núcleo de residentes bien escogidos, que ayudarán a dar el tono a la casa y a la labor que en la Residencia y desde la Residencia ha de hacerse.

Estos residentes –más selectos que los demás– se sienten en su propio hogar, usan responsablemente de su libertad, cumplen con delicadeza el reglamento interno –horario de familia–, cooperan a crear un clima fraterno, de trabajo y de buen humor.

Si los tratáis personalmente, uno a uno, haciéndoles ver que nos interesamos por sus estudios, por su salud, por sus pequeñas preocupaciones; que compartimos sus alegrías y sus penas, responderán casi siempre con generosidad y haréis un gran bien a sus almas y a las de los otros que viven en la casa.

Quiero insistir aquí en la libertad de que gozan los residentes, para lo que se refiere a la formación religiosa y a su participación en los actos de piedad, que se tengan en la Residencia. Acostumbramos a hacer una visita al Santísimo, y a rezar en común el Santo Rosario –del modo habitual en cada país–, como suelen hacer las familias cristianas.

Les invitaremos, pues, a participar en estas costumbres, pero sin obligarles, usando solo la coacción suave del buen ejemplo. También pueden asistir, si lo desean, a la Santa Misa que se celebra cada día en el oratorio de la Residencia.

Respetaremos absolutamente la libertad personal de los residentes no católicos y no cristianos. Después, fácilmente estos chicos, al sentirse comprendidos y respetados, al darse cuenta de que se les quiere de verdad, empezarán a interesarse por esa fe nuestra que nos mueve a vivir con rectitud y con amor.

Si los residentes no católicos lo desean –hemos de pedir al Señor y a la Santísima Virgen que lo deseen–, les dejaremos participar en la formación espiritual, y les daremos la instrucción necesaria para recibir el bautismo. ¡Cuántos chicos recibirán el don soberano de la fe católica, mediante vuestro esfuerzo callado y alegre!

Notas
36

2 Tm 2,6-7.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
37

Tt 3,14.

38

1 P 2,16.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas

Sobre la “Administración”, ver glosario (N. del E.).

39

Lc 12,31.

Referencias a la Sagrada Escritura