Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Forja» cuya materia es Iglesia → fidelidad y amor a la Iglesia.

Jesús es el modelo: ¡imitémosle!

—Imitémosle, sirviendo a la Iglesia Santa y a todas las almas.

Tu amor y tu servicio a la Iglesia Santa no pueden estar condicionados por la mayor o menor santidad personal de los que la componen, aunque deseemos ardientemente la perfección cristiana en todos.

—Has de amar a la Esposa de Cristo, tu Madre, que está, y estará siempre, limpia y sin mancilla.

No cabe otra disposición en un católico: defender "siempre" la autoridad del Papa; y estar "siempre" dócilmente decidido a rectificar la opinión, ante el Magisterio de la Iglesia.

"Carga sobre mí la solicitud por todas las iglesias", escribía San Pablo; y este suspiro del Apóstol recuerda a todos los cristianos —¡también a ti!— la responsabilidad de poner a los pies de la Esposa de Jesucristo, de la Iglesia Santa, lo que somos y lo que podemos, amándola fidelísimamente, aun a costa de la hacienda, de la honra y de la vida.

No te asustes —y, en la medida que puedas, reacciona— ante esa conjuración del silencio, con que quieren amordazar a la Iglesia. Unos no dejan que se oiga su voz; otros no permiten que se contemple el ejemplo de los que la predican con las obras; otros borran toda huella de buena doctrina…, y tantas mayorías no la soportan.

No te asustes, repito, pero no te canses de hacer de altavoz a las enseñanzas del Magisterio.

Hazte cada día más "romano", ama esa condición bendita, que adorna a los hijos de la única y verdadera Iglesia, puesto que así lo ha querido Jesucristo.

Querría —ayúdame con tu oración— que, en la Iglesia Santa, todos nos sintiéramos miembros de un solo cuerpo, como nos pide el Apóstol; y que viviéramos a fondo, sin indiferencias, las alegrías, las tribulaciones, la expansión de nuestra Madre, una, santa, católica, apostólica, romana.

Querría que viviésemos la identidad de unos con otros, y de todos con Cristo.

Encomiendo de todo corazón, a diario, que el Señor nos conceda el don de lenguas. Un don de lenguas, que no consiste en el conocimiento de varios idiomas, sino en saber adaptarse a la capacidad de los oyentes.

—No se trata de "hablar en necio al vulgo, para que entienda"; sino de hablar en sabio, en cristiano, pero de modo asequible a todos.

—Este don de lenguas es el que pido al Señor y a su Madre bendita para sus hijos.

Si anhelas tener vida, y vida y felicidad eternas, no puedes salirte de la barca de la Santa Madre Iglesia. —Mira: si tú te alejas del ámbito de la barca, te irás entre las olas del mar, vas a la muerte, anegado en el océano; dejas de estar con Cristo, pierdes su amistad, que voluntariamente elegiste cuando te diste cuenta de que El te la ofrecía.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura