Lista de puntos
Para vencer la sensualidad —porque llevaremos siempre este borriquillo de nuestro cuerpo a cuestas—, has de vivir generosamente, a diario, las pequeñas mortificaciones —y, en ocasiones, las grandes—; y has de mantenerte en la presencia de Dios, que jamás deja de mirarte.
Para custodiar la santa pureza, la limpieza de vida, has de amar y de practicar la mortificación diaria.
Cuando sientas el aguijón de la pobre carne, que a veces ataca con violencia, besa el Crucifijo, ¡bésalo muchas veces!, con eficacia de voluntad, aunque te parezca que lo haces sin amor.
Hay un refrán que es muy claro: entre santa y santo, pared de cal y canto.
—Hemos de guardar el corazón y los sentidos, apartándonos siempre de la ocasión. ¡Es preciso evitar la pasión, por santa que parezca!
¡Dios mío!: encuentro gracia y belleza en todo lo que veo: guardaré la vista a todas horas, por Amor.
Vigila con amor para vivir la santa pureza…, porque antes se apaga una centella que un incendio.
Pero toda la diligencia humana, con la mortificación y el cilicio y el ayuno —¡armas necesarias!—, ¡qué poco valen sin Ti, Dios mío!
Acude a la Dulce Señora María, Madre de Dios y Madre Nuestra, encomendándole la limpieza de alma y de cuerpo de todas las personas.
Dile que quieres invocarla —y que la invoquen siempre—, y siempre vencer, en las horas malas —o buenas, y muy buenas— de la lucha contra los enemigos de nuestra condición de hijos de Dios.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/forja/670/ (06/05/2024)