Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Surco» cuya materia es Entrega → frutos de la entrega.

Estos días —me comentabas— han transcurrido más felices que nunca. —Y te contesté sin vacilar: porque “has vivido” un poco más entregado que de ordinario.

Desde que le dijiste “sí”, el tiempo va cambiando el color del horizonte —cada día, más bello—, que brilla más amplio y luminoso. Pero has de continuar diciendo “sí”.

¡Has rejuvenecido! Efectivamente, adviertes que el trato con Dios te ha devuelto en poco tiempo a la época sencilla y feliz de la juventud, incluso a la seguridad y gozo —sin niñadas— de la infancia espiritual… Miras a tu alrededor, y compruebas que a los demás les sucede otro tanto: transcurren los años desde su encuentro con el Señor y, con la madurez, se robustecen una juventud y una alegría indelebles; no están jóvenes: ¡son jóvenes y alegres!

Esta realidad de la vida interior atrae, confirma y subyuga a las almas. Agradéceselo diariamente «ad Deum qui laetificat iuventutem» —al Dios que llena de alegría tu juventud.

La gracia de Dios no te falta. Por lo tanto, si correspondes, debes estar seguro.

El triunfo depende de ti: tu fortaleza y tu empuje —unidos a esa gracia— son razón más que suficiente para darte el optimismo de quien tiene segura la victoria.

Quizá ayer eras una de esas personas amargadas en sus ilusiones, defraudadas en sus ambiciones humanas. Hoy, desde que El se metió en tu vida —¡gracias, Dios mío!—, ríes y cantas, y llevas la sonrisa, el Amor y la felicidad dondequiera que vas.

Da gracias a Dios porque estás contento, con una alegría honda que no sabe ser ruidosa.

Con Dios, pensaba, cada día me parece más atractivo. Voy viviendo a “cachitos”. Un día considero magnífico un detalle; otro, descubro un panorama que antes no había advertido… A este paso, no sé lo que ocurrirá con el tiempo.

Luego, he notado que El me aseguraba: pues cada día será mayor tu contento, porque ahondarás más y más en la aventura divina, en el “lío” tan grande en que te he metido. Y comprobarás que Yo no te dejo.

La alegría es una consecuencia de la entrega. Se confirma en cada vuelta a la noria.

¡Qué alegría inmutable te produce el haberte entregado a Dios!… ¡Y qué inquietud, y qué afanes has de tener de que todos participen en tu alegría!

Te decidiste, más por reflexión que por fuego y entusiasmo. Aunque deseabas tenerlo, no hubo lugar para el sentimiento: te entregaste, al convencerte de que Dios lo quería.

Y, desde aquel instante, no has vuelto a “sentir” ninguna duda seria; sí, en cambio, una alegría tranquila, serena, que en ocasiones se desborda. Así paga Dios las audacias del Amor.

Referencias a la Sagrada Escritura