Lista de puntos
Cara a la muerte, ¡sereno! —Así te quiero. —No con el estoicismo frío del pagano; sino con el fervor del hijo de Dios, que sabe que la vida se muda, no se quita. —¿Morir?… ¡Vivir!
Cuando pienses en la muerte, a pesar de tus pecados, no tengas miedo… Porque El ya sabe que le amas…, y de qué pasta estás hecho.
—Si tú le buscas, te acogerá como el padre al hijo pródigo: ¡pero has de buscarle!
«Non habemus hic manentem civitatem» —no se halla en esta tierra nuestra morada definitiva. —Y, para que no lo olvidemos, aparece con crudeza, a veces, esta verdad a la hora de la muerte: incomprensión, persecución, desprecio… —Y siempre la soledad, porque —aunque estemos rodeados de cariño— cada uno muere solo.
—¡Soltemos ya todas las amarras! Preparémonos de continuo para ese paso, que nos llevará a la presencia eterna de la Trinidad Santísima.
¡No me hagas de la muerte una tragedia!, porque no lo es. Sólo a los hijos desamorados no les entusiasma el encuentro con sus padres.
Si alguna vez te intranquiliza el pensamiento de nuestra hermana la muerte, porque ¡te ves tan poca cosa!, anímate y considera: ¿qué será ese Cielo que nos espera, cuando toda la hermosura y la grandeza, toda la felicidad y el Amor infinitos de Dios se viertan en el pobre vaso de barro que es la criatura humana, y la sacien eternamente, siempre con la novedad de una dicha nueva?
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/1153/ (07/05/2024)