Lista de puntos

Hay 6 puntos en «Surco» cuya materia es Familia cristiana  → las familias y la vocación.

Me gustaría gritar al oído de tantas y de tantos: no es sacrificio entregar los hijos al servicio de Dios: es honor y alegría.

Le ha llegado el momento de la dura prueba, y ha venido a buscarte desconsolado.

—¿Te acuerdas? Para él —el amigo que te daba consejos “prudentes”—, tu modo de proceder no era más que utopía, fruto de una deformación de ideas, captación de voluntades, y… “agudezas” por el estilo.

—“Este entregarse al Señor —sentenciaba— es una exacerbación anormal del sentimiento religioso”. Y, con su pobre lógica, pensaba que entre tu familia y tú se había interpuesto un extraño: Cristo.

Ahora ha entendido lo que tantas veces le repetías: Cristo no separa jamás a las almas.

Después del entusiasmo inicial, han comenzado las vacilaciones, los titubeos, los temores. —Te preocupan los estudios, la familia, la cuestión económica y, sobre todo, el pensamiento de que no puedes, de que quizá no sirves, de que te falta experiencia de la vida.

Te daré un medio seguro para superar esos temores —¡tentaciones del diablo o de tu falta de generosidad!—: “desprécialos”, quita de tu memoria esos recuerdos. Ya lo predicó de modo tajante el Maestro hace veinte siglos: “¡no vuelvas la cara atrás!”

“Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre y a su madre y a la mujer y a los hijos y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo”.

Cada vez veo más claro, Señor, que los lazos de sangre, si no pasan por tu Corazón amabilísimo, son para unos motivo permanente de cruz; para otros, origen de tentaciones —más o menos directas— contra la perseverancia; para otros, causa de ineficacia absoluta; y, para todos, lastre que se opone a un entregamiento total.

El demonio —padre de la mentira y víctima de su soberbia— intenta remedar al Señor hasta en el modo de hacer prosélitos. ¿Te has fijado?: lo mismo que Dios se vale de los hombres para salvar almas y llevarlas a la santidad, satanás se sirve de otras personas, para entorpecer esa labor y aun para perderlas. Y —no te asustes— de la misma manera que Jesús busca, como instrumentos, a los más próximos —parientes, amigos, colegas, etc.—, el demonio también intenta, con frecuencia, mover a esos seres más queridos, para inducir al mal.

Por eso, si los lazos de la sangre se convierten en ataduras, que te impiden seguir los caminos de Dios, córtalos con decisión. Y quizá tu determinación desate también a quienes estaban enredados en las mallas de Lucifer.

“He venido —así se expresa el Maestro— a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra…”

Cumpliendo lo que El te exige, demostrarás que los amas verdaderamente. Por eso, no te escudes en el cariño que les tienes —total debe ser—, a la hora de tu sacrificio personal. Si no, créeme, antepones, al amor de Dios, el de tus padres; y, al de tus padres, tu amor propio.

—¿Has entendido ahora, con más profundidad, la congruencia de las palabras evangélicas?

Referencias a la Sagrada Escritura
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