Lista de puntos

Hay 8 puntos en «Surco» cuya materia es Iglesia → fundación, naturaleza y notas.

Personas de diversas naciones, de distintas razas, de muy diferentes ambientes y profesiones… Al hablarles de Dios, palpas el valor humano y sobrenatural de tu vocación de apóstol. Es como si revivieras, en su realidad total, el milagro de la primera predicación de los discípulos del Señor: frases dichas en lengua extraña, mostrando un camino nuevo, han sido oídas por cada uno en el fondo de su corazón, en su propia lengua. Y por tu cabeza pasa, tomando nueva vida, la escena de que “partos, medos y elamitas…” se han acercado felices a Dios.

No quieras hacer del mundo un convento, porque sería un desorden… Pero tampoco de la Iglesia una bandería terrena, porque equivaldría a una traición.

La perenne vitalidad de la Iglesia Católica asegura que la verdad y el espíritu de Cristo no se alejan de las diversas necesidades de los tiempos.

No se puede promover la verdadera unidad a base de abrir nuevas divisiones… Mucho menos, cuando los promotores aspiran a hacerse con el mando, suplantando a la autoridad legítima.

“Era un guerrillero —escribe—, y me movía por el monte, disparando cuando me daba la real gana. Pero quise alistarme como soldado, porque comprendí que las guerras las ganan, más fácilmente, los ejércitos organizados y con disciplina. Un pobre guerrillero aislado no puede tomar ciudades enteras, ni ocupar el mundo. Colgué mi escopetón —¡resulta tan anticuado!—, y ahora estoy mejor armado. A la vez, sé que no puedo ya tumbarme en el monte, a la sombra de un árbol, y soñar que yo solito ganaré la guerra”.

—¡Bendita disciplina y bendita unidad de nuestra Madre la Iglesia Santa!

A tantos católicos rebeldes les diría que faltan a su deber los que, en lugar de atenerse a la disciplina y a la obediencia a la autoridad legítima, se convierten en partido; en bandería menuda; en gusanos de discordia; en conjura y chismorreo; en fomentadores de estúpidas pugnas personales; en tejedores de urdimbres de celos y crisis.

«Custos, quid de nocte!» —¡Centinela, alerta!

Ojalá tú también te acostumbraras a tener, durante la semana, tu día de guardia: para entregarte más, para vivir con más amorosa vigilancia cada detalle, para hacer un poco más de oración y de mortificación.

Mira que la Iglesia Santa es como un gran ejército en orden de batalla. Y tú, dentro de ese ejército, defiendes un “frente”, donde hay ataques y luchas y contraataques. ¿Comprendes?

Esa disposición, al acercarte más a Dios, te empujará a convertir tus jornadas, una tras otra, en días de guardia.

Si tú amas de verdad a tu Patria —y estoy seguro de que la amas—, ante un alistamiento voluntario para defenderla de un peligro inminente, no dudarías en inscribir tu nombre. En momentos de emergencia, ya te lo he escrito, todos son útiles: hombres y mujeres; viejos, maduros, jóvenes y hasta adolescentes. Sólo quedan al margen los incapaces y los niños.

Cada día se convoca, no ya un alistamiento voluntario —eso es poco—, sino una movilización general de almas, para defender el Reino de Cristo. Y el mismo Rey, Jesús, te ha llamado expresamente por tu nombre. Te pide que luches las batallas de Dios, poniendo a su servicio lo más elevado de tu alma: tu corazón, tu voluntad, tu entendimiento, todo tu ser.

—Escúchame: la carne, con tu pureza de vida y especialmente con la protección de la Virgen, no es problema. —¿Serás tan cobarde, que intentarás librarte del llamamiento, excusándote con que tienes enfermo el corazón, la voluntad o el entendimiento?… ¿Pretendes justificarte y quedarte en servicios auxiliares?

—El Señor quiere hacer de ti un instrumento de vanguardia —ya lo eres— y, si vuelves la espalda, no mereces más que lástima, ¡por traidor!

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura