Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Surco» cuya materia es Justicia → justicia social .

Cuando tu egoísmo te aparta del común afán por el bienestar sano y santo de los hombres, cuando te haces calculador y no te conmueves ante las miserias materiales o morales de tus prójimos, me obligas a echarte en cara algo muy fuerte, para que reacciones: si no sientes la bendita fraternidad con tus hermanos los hombres, y vives al margen de la gran familia cristiana, eres un pobre inclusero.

Me escribías: se unió a nuestro grupo un chico joven, que iba hacia el norte. Era minero.

Cantaba muy bien, y vino acompañando a nuestro coro. Le encomendé hasta que llegó a su estación. Al despedirse, comentó: “¡cuánto me gustaría prolongar el viaje con vosotros!”

—Me acordé enseguida del «mane nobiscum!» —¡quédate con nosotros, Señor!, y le pedí nuevamente con fe, que los demás “le vean” en cada uno de nosotros, compañeros de “su camino”.

Por “el sendero del justo descontento”, se han ido y se están yendo las masas.

Duele…, pero ¡cuántos resentidos hemos fabricado, entre los que están espiritual o materialmente necesitados!

—Hace falta volver a meter a Cristo entre los pobres y entre los humildes: precisamente entre ellos es donde más a gusto se encuentra.

Un hijo de Dios no puede ser clasista, porque le interesan los problemas de todos los hombres… Y trata de ayudar a resolverlos con la justicia y la caridad de nuestro Redentor.

Ya lo señaló el Apóstol, cuando nos escribía que para el Señor no hay acepción de personas, y que no he dudado en traducir de este modo: ¡no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios!

Este ideal de guerrear —y vencer— las batallas de Cristo, solamente se hará realidad por la oración y el sacrificio, por la Fe y el Amor. —Pues… ¡a orar, y a creer, y a sufrir, y a Amar!

Interesa que bregues, que arrimes el hombro… De todos modos, coloca los quehaceres profesionales en su sitio: constituyen exclusivamente medios para llegar al fin; nunca pueden tomarse, ni mucho menos, como lo fundamental.

¡Cuántas “profesionalitis” impiden la unión con Dios!

Cuando comprendas ese ideal de trabajo fraterno por Cristo, te sentirás más grande, más firme, y todo lo feliz que se puede ser en este mundo, que tantos se empeñan en hacer destartalado y amargo, porque andan exclusivamente tras de su yo.

No me asegures que vives cara a Dios, si no te esfuerzas en vivir —siempre y en todo— con sincera y clara fraternidad cara a los hombres, a cualquier hombre.

Fatuos y soberbios se demuestran todos aquéllos que abusan de su situación de privilegio —dada por el dinero, por el linaje, por el grado, por el cargo, por la inteligencia…—, para humillar a los menos afortunados.

Tomé nota de las palabras de aquel obrero, que comentaba entusiasmado después de participar en esa reunión, que promoviste: “nunca había oído hablar, como se hace aquí, de nobleza, de honradez, de amabilidad, de generosidad…” —Y concluía asombrado: “frente al materialismo de izquierdas o de derechas, ¡esto es la verdadera revolución!”

—Cualquier alma entiende la fraternidad que Jesucristo ha instaurado: ¡empeñémonos en no desvirtuar esa doctrina!

Referencias a la Sagrada Escritura