Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Hipocresía.

Creas a tu alrededor un clima artificial, de desconfianza, de sospecha, porque, cuando hablas, causas la impresión de jugar al ajedrez: cada palabra, pensando en la cuarta jugada posterior.

Fíjate que el Evangelio, al relatar la triste figura cautelosa e hipócrita de los escribas y fariseos, refiere que hacían preguntas a Jesús, le exponían cuestiones, «ut caperent eum in sermone» —¡para retorcer sus palabras! —Huye de ese comportamiento.

Si te molesta que te digan la verdad, entonces… ¿para qué preguntas?

—¿Quizá pretendes que te respondan con tu verdad, para justificar tus descaminos?

Esos —decía con pena— no tienen inteligencia de Cristo, sino careta de Cristo… Por eso carecen de criterio cristiano, no alcanzan la verdad, y no dan fruto.

No podemos olvidar, los hijos de Dios, que el Maestro anunció: “quien a vosotros oye, a Mí me oye…” —Por eso… hemos de tratar de ser Cristo; nunca caricatura de El.

La hipocresía hace llevar siempre, a los que la cultivan, una vida de mortificación amarga y rencorosa.

Ante propuestas como la de Herodes: “id, e informaos puntualmente de lo que hay de ese Niño y, habiéndole hallado, dadme aviso, para ir yo también a adorarle”, pidamos al Espíritu Santo su ayuda, para que nos guarde de las “protecciones o de las buenas promesas” de aparentes bienintencionados.

—No nos faltará la luz del Paráclito si, como los Magos, buscamos la verdad y hablamos con sinceridad.

¿Que hay quien se molesta, porque dices las cosas claras?

—Quizá se mueven con la conciencia turbia, y necesitan encubrirla así.

—Persevera en tu conducta, para ayudarles a reaccionar.

Mientras interpretes con mala fe las intenciones ajenas, no tienes derecho a exigir comprensión para ti mismo.

Hablas continuamente de que hay que corregir, de que es preciso reformar. Bien…: ¡refórmate tú! —que buena falta te hace—, y ya habrás comenzado la reforma.

Mientras tanto, no daré crédito a tus proclamas de renovación.

Los hay tan farisaicos que… se escandalizan, al oír que otras personas repiten precisamente lo mismo que antes escucharon de sus labios.

Eres tan entrometido, que parece que no te ocupa más misión que la de bucear en la vida del prójimo. Y cuando, al fin, has tropezado con un hombre digno, de voluntad enérgica, que te ha parado los pies, te lamentas públicamente como si te hubiera ofendido.

—Hasta ahí llega tu impudor y tu conciencia deformada…, y la de muchos.

En una sola jugada, pretendes apropiarte de la “honradez” de la opinión verdadera y de las “ventajas” innobles de la opinión opuesta…

—Eso, en cualquier idioma, se llama doblez.

¡¡Qué bondad la de aquellos!!… —Están dispuestos a “disculpar” lo que sólo merece alabanza.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura
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