Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Penitencia.

“La oración” es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo.

“La fe” es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia.

“La obediencia” es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.

“La castidad” es la humildad de la carne, que se somete al espíritu.

“La mortificación” exterior es la humildad de los sentidos.

“La penitencia” es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor.

—La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética.

Sí, pide perdón contrito, y haz abundante penitencia por los sucesos impuros de tu vida pasada, pero no quieras recordarlos.

Determinados comentarios solamente pueden herir a los que se sienten tocados. Por eso, cuando se camina —cabeza y corazón— tras el Señor, las críticas se acogen como purificación, y sirven de acicate para avivar el paso.

Nuestro Señor Jesús lo quiere: es preciso seguirle de cerca. No hay otro camino. Esa es la obra del Espíritu Santo en cada alma —en la tuya—: sé dócil, no opongas obstáculos a Dios, hasta que haga de tu pobre carne un Crucifijo.

Si la palabra amor sale muchas veces de la boca, sin estar respaldada con pequeños sacrificios, llega a cansar.

Desde todos los puntos de vista, es de una importancia extraordinaria la mortificación.

—Por razones humanas, pues el que no sabe dominarse a sí mismo jamás influirá positivamente en los demás, y el ambiente le vencerá, en cuanto halague sus gustos personales: será un hombre sin energía, incapaz de un esfuerzo grande cuando sea necesario.

—Por razones divinas: ¿no te parece justo que, con estos pequeños actos, demostremos nuestro amor y acatamiento al que todo lo dio por nosotros?

El espíritu de mortificación, más que como una manifestación de Amor, brota como una de sus consecuencias. Si fallas en esas pequeñas pruebas, reconócelo, flaquea tu amor al Amor.

¿No te has fijado en que las almas mortificadas, por su sencillez, hasta en este mundo gozan más de las cosas buenas?

Sin mortificación, no hay felicidad en la tierra.

Cuando te decidas a ser mortificado, mejorará tu vida interior y serás mucho más fecundo.

No lo debemos olvidar: en todas las actividades humanas, tiene que haber hombres y mujeres con la Cruz de Cristo en sus vidas y en sus obras, alzada, visible, reparadora; símbolo de la paz, de la alegría; símbolo de la Redención, de la unidad del género humano, del amor que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, la Trinidad Beatísima ha tenido y sigue teniendo a la humanidad.

“¿No se reirá, Padre, si le digo que —hace unos días— me sorprendí ofreciéndole al Señor, de una manera espontánea, el sacrificio de tiempo que me suponía tener que arreglar, a uno de mis pequeños, un juguete descompuesto?”

—No me sonrío, ¡gozo!: porque, con ese Amor, se ocupa Dios de recomponer nuestros desperfectos.