Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Tibieza.

Cuando le hablaron de comprometerse personalmente, su reacción fue razonar así: “en ese caso, podría hacer esto…, tendría que hacer lo otro…”

—Le contestaron: “aquí no chalaneamos con el Señor. La ley de Dios, la invitación del Señor se toma o se deja, tal como es. Es preciso decidirse: adelante, sin ninguna reserva y con mucho ánimo, o marcharse. «Qui non est mecum…» —el que no está Conmigo, contra Mí está”.

De la falta de generosidad a la tibieza no hay más que un paso.

Aquel conocido tuyo, muy inteligente, buen burgués, buena persona, decía: “cumplir la ley, pero con tasa, sin pasarse de la raya, lo más escuetamente posible”.

Y añadía: “¿pecar?, no; pero darse, tampoco”.

Causan verdadera pena esos hombres mezquinos, calculadores, incapaces de sacrificarse, de entregarse por un ideal noble.

¡Serenidad!, ¡audacia!

Desbarata con esas virtudes la quinta columna de los tibios, de los asustados, de los traidores.

Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de… estupideces. —Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento.

—Has de concederme que eres poco consecuente.

¡Cómo vas a salir de ese estado de tibieza, de lamentable languidez, si no pones los medios! Luchas muy poco y, cuando te esfuerzas, lo haces como por rabieta y con desazón, casi con deseo de que tus débiles esfuerzos no produzcan efecto, para así autojustificarte: para no exigirte y para que no te exijan más.

—Estás cumpliendo tu voluntad; no la de Dios. Mientras no cambies, en serio, ni serás feliz, ni conseguirás la paz que ahora te falta.

—Humíllate delante de Dios, y procura querer de veras.

Te lo concedo: te portas decorosamente… Pero, ¡déjame que te hable con sinceridad!: con ese paso cansino —reconócelo—, además de que no eres feliz del todo, te quedas muy lejos de la santidad.

Por eso te pregunto: ¿de veras te portas decorosamente?, ¿no tendrás un concepto equivocado del decoro?

Así, tonteando, con esa frivolidad interior y exterior, con esas vacilaciones ante la tentación, con ese querer sin querer, es imposible que avances en la vida interior.

Me comentaste con aire fanfarrón e inseguro: unos suben y otros bajan… Y otros, ¡como yo!, estamos tumbados en el camino.

Me dio tristeza tu indolencia, y añadí: de los haraganes tiran a remolque los que suben; y, de ordinario, con más fuerza los que bajan. ¡Piensa qué descamino tan penoso te buscas!

Ya lo señaló el santo obispo de Hipona: no avanzar es retroceder.

¿Vacilas en lanzarte a hablar de Dios, de vida cristiana, de vocación…, porque no quieres hacer sufrir?… Olvidas que no eres tú quien llama, sino El: «ego scio quos elegerim» —yo sé bien a los que tengo escogidos.

Además, me disgustaría que, detrás de esos falsos respetos, se escondiera la comodidad

o la tibieza: ¿a estas alturas prefieres una pobre amistad humana a la amistad de Dios?

No quieres ni lo uno —el mal— ni lo otro —el bien—… Y así, cojeando con entrambos pies, además de equivocar el camino, tu vida queda llena de vacío.

«In medio virtus…» —En el medio está la virtud, dice la sabia sentencia, para apartarnos de los extremismos. —Pero no vayas a caer en la equivocación de convertir ese consejo en eufemismo para encubrir tu comodidad, cuquería, tibieza, frescura, falta de ideales, adocenamiento.

Medita aquellas palabras de la Escritura Santa: “¡ojalá fueras frío, o caliente! Mas por cuanto eres tibio y no frío, ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca”.

Referencias a la Sagrada Escritura
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