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Hay 6 puntos en «Surco» cuya materia es Vida ordinaria .

¡Qué ansias tienes de ser extraordinario!… —Lo que te pasa es ¡vulgarísimo!

Vinieron a tus manos dos libros en ruso, y te entraron unas ganas enormes de estudiar esa lengua. Imaginabas la hermosura de morir como grano de trigo en esa nación, ahora tan árida, que con el tiempo dará crecidos trigales…

—Me parecen bien tus ambiciones. Pero, ahora, dedícate al pequeño deber, a la gran misión de cada día, a tu estudio, a tu trabajo, a tu apostolado y, sobre todo, a tu formación, que —por lo mucho que aún debes podar— no es tarea ni menos heroica, ni menos hermosa.

Deja que se consuma tu alma en deseos… Deseos de amor, de olvido, de santidad, de Cielo… No te detengas a pensar si llegarás alguna vez a verlos realizados —como te sugerirá algún sesudo consejero—: avívalos cada vez más, porque el Espíritu Santo dice que le agradan los “varones de deseos”.

Deseos operativos, que has de poner en práctica en la tarea cotidiana.

Una impaciente y desordenada preocupación por subir profesionalmente, puede disfrazar el amor propio so capa “de servir a las almas”. Con falsía —no quito una letra—, nos forjamos la justificación de que no debemos desaprovechar ciertas coyunturas, ciertas circunstancias favorables…

Vuelve tus ojos a Jesús: El es “el Camino”. También durante sus años escondidos surgieron coyunturas y circunstancias “muy favorables”, para anticipar su vida pública. A los doce años, por ejemplo, cuando los doctores de la ley se admiraron de sus preguntas y de sus respuestas… Pero Jesucristo cumple la Voluntad de su Padre, y espera: ¡obedece!

—Sin perder esa santa ambición tuya de llevar el mundo entero a Dios, cuando se insinúen esas iniciativas —ansias quizá de deserción—, recuerda que también a ti te toca obedecer y ocuparte de esa tarea oscura, poco brillante, mientras el Señor no te pida otra cosa: El tiene sus tiempos y sus sendas.

Me parecen muy lógicas tus ansias de que la humanidad entera conozca a Cristo. Pero comienza con la responsabilidad de salvar las almas de los que contigo conviven, de santificar a cada uno de tus compañeros de trabajo o de estudio… —Esta es la principal misión que el Señor te ha encomendado.

Oyeme: las cosas santas, cuando se ven santamente, cuando se viven todos los días santamente…, no se convierten en cosas “de todos los días”. El quehacer entero de Jesucristo en esta tierra fue humano, ¡y divino!

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura