Lista de puntos
En el apostolado, obedece sin fijarte en las condiciones humanas del que manda, ni en cómo manda. Lo contrario no es virtud.
Cruces hay muchas: de brillantes, de perlas, de esmeraldas, de esmaltes, de marfil…; también de madera, como la de Nuestro Señor. Todas merecen igual veneración, porque la Cruz nos habla del sacrificio del Dios hecho Hombre. —Lleva esta consideración a tu obediencia, sin olvidar que El se abrazó amorosamente, ¡sin dudarlo!, al Madero, y allí nos obtuvo la Redención.
Sólo después de haber obedecido, que es señal de rectitud de intención, haz la corrección fraterna, con las condiciones requeridas, y reforzarás la unidad por medio del cumplimiento de ese deber.
Si con lealtad, caritativamente, un buen amigo te advierte, a solas, de puntos que afean tu conducta, se alza dentro de ti la convicción de que se equivoca: no te comprende. Con ese falso convencimiento, hijo de tu orgullo, siempre serás incorregible.
—Me das lástima: te falta decisión para buscar la santidad.
Si te enfadas —en ocasiones es un deber; en otras, una flaqueza—, que dure sólo pocos minutos. Y además, siempre con caridad: ¡cariño!
Cuando hay que corregir, se ha de actuar con claridad y amabilidad; sin excluir una sonrisa en los labios, si procede. Nunca —o muy rara vez—, por la tremenda.
Murmuran. Y luego ellos mismos se encargan de que alguno venga enseguida a contarte el “se dice”… —¿Villanía? —Sin duda. Pero no me pierdas la paz, ya que ningún daño podrá hacerte su lengua, si trabajas con rectitud… —Piensa: ¡qué bobos son, qué poco tacto humano tienen, qué falta de lealtad con sus hermanos…, y especialmente con Dios!
Y no me caigas tú en la murmuración, por un mal entendido derecho de réplica. Si has de hablar, sírvete de la corrección fraterna, como aconseja el Evangelio.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/85/ (04/05/2024)