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Siembra de paz y de amor

Por eso, al actuar en la sociedad, huid siempre de enfrentar a unos hombres con los demás, porque un cristiano no puede tener mentalidad de clase, de casta; no hundáis a unos para levantar a otros, porque en esa actitud se esconde siempre una concepción materialista: dad a todos la oportunidad de desarrollar su personalidad y de elevar su vida por el trabajo; y no os conforméis con evitar los odios, porque ha de ser denominador común nuestro hacer una siembra de paz y de amor.

Al acometer vuestro trabajo, cualquiera que sea, haced, hijos míos, un examen para comprobar, en la presencia de Dios, si el espíritu que inspira esa tarea es, en realidad, espíritu cristiano, teniendo en cuenta que el cambio de las circunstancias históricas –con las modificaciones que introduce en la configuración de la sociedad– puede hacer que lo que fue justo y bueno en un momento dado, deje de serlo. De ahí, que deba ser incesante en vosotros esa crítica constructiva, que hace imposible la acción paralizante y desastrosa de la inercia.

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