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Un recuerdo a nuestros difuntos, pienso en mis padres –a los que hemos hecho sufrir sin culpa suya, aunque a veces era necesario–, para que el Señor se lo pague con generosidad en el Cielo. Pensemos en aquellos hermanos nuestros que ya están en la Gloria. Yo les pido, puesto que pertenecen a la Iglesia triunfante –¡sí, señor, triunfante!, no es verdad que no lo sea–, que se unan a los que están en el Purgatorio y nos ayuden a nosotros a dar gracias, a los que vamos de camino en la tierra y corremos –por tanto– el riesgo de no llegar.

Siempre un ritornello: ut sit!, ut sit!, ut sit! Gratias tibi, Deus, gratias tibi! Sufrimos, pero no somos infelices: vivimos con la felicidad de contar con tu ayuda. Pro universis beneficiis tuis, etiam ignotis. No tengo nada: ni condiciones humanas, ni honra, ni méritos… Pero entonces Tú me lo concedes todo: cuando quieres, como quieres. ¡Dios mío, eres Amor!

No sigáis el hilo de lo que voy diciendo, hijos míos, más que marginalmente. Que cada uno haga la oración que más le convenga. En la Obra caben todos los caminos personales que llevan a Dios.

Estamos preocupados por tu Iglesia Santa. La Obra no me causa preocupación: está llena de flores y de frutos. Es un bosque frondoso que se trasplanta fácilmente, y arraiga en todos los lugares, en todas las razas, en todas las familias. ¡Cuarenta y cuatro años! No me causa preocupación la Obra, pero ¿cómo no me he muerto mil veces? Me parece que he soñado: un sueño sin el colorido de aquella tierra parda de Castilla, ni tampoco el de mi buena tierra aragonesa. En este sueño me he quedado corto, porque Tú, Señor, siempre concedes más. De la boca mía, de esta boca manchada, es justo que en tantas ocasiones mis hijos escuchen palabras para soñar generosamente, con el desbordarse de este río inmenso, fluvium pacis1, por todo el mundo. Soñad, y os quedaréis siempre cortos.

Materias
Notas
1

Cfr. Is 66,12.

Referencias a la Sagrada Escritura
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