Lista de puntos

Hay 2 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Oración → oración confiada .

¿No os habéis fijado en las familias, cuando conservan una pieza decorativa de valor y frágil –un jarrón, por ejemplo–, cómo lo cuidan para que no se rompa? Hasta que un día el niño, jugando, lo tira al suelo, y aquel recuerdo precioso se quiebra en varios pedazos. El disgusto es grande, pero enseguida viene el arreglo; se recompone, se pega cuidadosamente y, restaurado, al final queda tan hermoso como antes.

Pero, cuando el objeto es de loza o simplemente de barro cocido, de ordinario bastan unas lañas, esos alambres de hierro o de otro metal, que mantienen unidos los trozos. Y el cacharro, así reparado, adquiere un original encanto.

Llevemos esto a la vida interior. Ante nuestras miserias y nuestros pecados, ante nuestros errores –aunque, por la gracia divina, sean de poca monta–, vayamos a la oración y digamos a nuestro Padre: ¡Señor, en mi pobreza, en mi fragilidad, en este barro mío de vasija rota, Señor, colócame unas lañas y –con mi dolor y con tu perdón– seré más fuerte y más gracioso que antes! Una oración consoladora, para que la repitamos cuando se destroce este pobre barro nuestro.

Que no nos llame la atención si somos deleznables, que no nos choque comprobar que nuestra conducta se quebranta por menos de nada; confiad en el Señor, que siempre tiene preparado el auxilio: el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?3. A nadie: tratando de este modo a nuestro Padre del Cielo, no admitamos miedo de nadie ni de nada.

La fe no es para predicarla solo, sino especialmente para practicarla. Quizá con frecuencia nos falten las fuerzas. Entonces –y acudimos de nuevo al Santo Evangelio–, comportaos como aquel padre del muchacho lunático. Se interesaba por la salvación de su hijo, esperaba que Cristo lo curaría, pero no acaba de creer en tanta felicidad. Y Jesús, que pide siempre fe, conociendo las perplejidades de aquella alma, le anticipa: si tú puedes creer, todo es posible para el que cree37. Todo es posible: ¡omnipotentes! Pero con fe. Aquel hombre siente que su fe vacila, teme que esa escasez de confianza impida que su hijo recobre la salud. Y llora. Que no nos dé vergüenza este llanto: es fruto del amor de Dios, de la oración contrita, de la humildad. Y el padre del muchacho, bañado en lágrimas, exclamó: ¡Oh Señor!, yo creo: ayuda tú mi incredulidad38.

Se lo decimos con las mismas palabras nosotros ahora, al acabar este rato de meditación. ¡Señor, yo creo! Me he educado en tu fe, he decidido seguirte de cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he implorado tu misericordia. Y, repetidamente también, he visto como imposible que Tú pudieras hacer tantas maravillas en el corazón de tus hijos. ¡Señor, creo! ¡Pero ayúdame, para creer más y mejor!

Y dirigimos también esta plegaria a Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra, Maestra de fe: ¡bienaventurada tú, que has creído!, porque se cumplirán las cosas que se te han anunciado de parte del Señor39.

Notas
3

Ps XXVI, 1 (Introito de la Misa).

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
37

Mc IX, 22.

38

Mc IX, 23.

39

Lc I, 45.

Referencias a la Sagrada Escritura