Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Camino» cuya materia es Entrega → del corazón.

Frente de Madrid. Una veintena de oficiales en noble y alegre camaradería. Se oye una canción, y después otra y más.

Aquel tenientillo del bigote moreno sólo oyó la primera:

Corazones partidos

yo no los quiero;

y si le doy el mío,

lo doy entero.

«¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!» —Y la oración brotó, en cauce manso y ancho.

Me das la impresión de que llevas el corazón en la mano, como ofreciendo una mercancía: ¿quién lo quiere? —Si no apetece a ninguna criatura, vendrás a entregarlo a Dios.

¿Crees que han hecho así los santos?

¡Anda!, con generosidad y como un niño, dile: ¿qué me irás a dar cuando me exiges «eso»?

¿Cómo va ese corazón? —No te me inquietes: los santos —que eran seres bien conformados y normales, como tú y como yo— sentían también esas «naturales» inclinaciones. Y si no las hubieran sentido, su reacción «sobrenatural» de guardar su corazón —alma y cuerpo— para Dios, en vez de entregarlo a una criatura, poco mérito habría tenido.

Por eso, visto el camino, creo que la flaqueza del corazón no debe ser obstáculo para un alma decidida y «bien enamorada».

Me escribes: «Padre, tengo... dolor de muelas en el corazón». —No lo tomo a chacota, porque entiendo que te hace falta un buen dentista que te haga unas extracciones.

¡Si te dejaras!...

«¡Ah, si hubiera roto al principio!», me has dicho. —Ojalá no tengas que repetir esa exclamación tardía.

¡Qué claro el camino!... ¡Qué patentes los obstáculos!... ¡Qué buenas armas para vencerlos!... —Y, sin embargo, ¡cuántas desviaciones y cuántos tropiezos! ¿Verdad?

—Es el hilillo sutil —cadena: cadena de hierro forjado—, que tú y yo conocemos, y que no quieres romper, la causa que te aparta del camino y que te hace tropezar y aun caer.

—¿A qué esperas para cortarlo... y avanzar?

Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes.

—¡Esto sí que es fina virtud de hijo de Dios!

¿Por qué dejas esos rincones en tu corazón? —Mientras no te des tú del todo, es inútil que pretendas llevarle a otro.

—Pobre instrumento eres.