Lista de puntos
Antes, como los conocimientos humanos —la ciencia— eran muy limitados, parecía muy posible que un solo individuo sabio pudiera hacer la defensa y apología de nuestra Santa Fe.
Hoy, con la extensión y la intensidad de la ciencia moderna, es preciso que los apologistas se dividan el trabajo para defender en todos los terrenos científicamente a la Iglesia.
—Tú... no te puedes desentender de esta obligación.
«Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam!...» —Me explico esa pausa tuya, cuando rezas, saboreando: creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica...
¡Qué alegría, poder decir con todas las veras de mi alma: amo a mi Madre la Iglesia santa!
Ese grito —«serviam!»— es voluntad de «servir» fidelísimamente, aun a costa de la hacienda, de la honra y de la vida, a la Iglesia de Dios.
¡Qué bondad la de Cristo al dejar a su Iglesia los Sacramentos! —Son remedio para cada necesidad.
—Venéralos y queda, al Señor y a su Iglesia, muy agradecido.
Si no tienes veneración suma por el estado sacerdotal y el religioso, no es cierto que ames a la Iglesia de Dios.
¡Con qué infame lucidez arguye Satanás contra nuestra Fe Católica!
Pero, digámosle siempre, sin entrar en discusiones: yo soy hijo de la Iglesia.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/camino/1455/ (07/05/2024)