Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Camino» cuya materia es Pecado → perdón.

Entierra con la penitencia, en el hoyo profundo que abra tu humildad, tus negligencias, ofensas y pecados. —Así entierra el labrador, al pie del árbol que los produjo, frutos podridos, ramillas secas y hojas caducas. —Y lo que era estéril, mejor, lo que era perjudicial, contribuye eficazmente a una nueva fecundidad.

Aprende a sacar, de las caídas, impulso: de la muerte, vida.

Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.

Y está como un Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando.

¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! —Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!

Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los Cielos.

¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! —Porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa: y, en el divino, se perdona.

¡Bendito sea el santo Sacramento de la Penitencia!

«Induimini Dominum Jesum Christum» —revestíos de Nuestro Señor Jesucristo, decía San Pablo a los Romanos. —En el Sacramento de la Penitencia es donde tú y yo nos revestimos de Jesucristo y de sus merecimientos.

Esfuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que, por grande que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti.

Conforme: aquella persona ha sido mala contigo. —Pero, ¿no has sido tú peor con Dios?

Estás lleno de miserias. —Cada día las ves más claras. —Pero no te asusten. —Él sabe bien que no puedes dar más fruto.

Tus caídas involuntarias —caídas de niño— hacen que tu Padre-Dios tenga más cuidado y que tu Madre María no te suelte de su mano amorosa: aprovéchate, y, al cogerte el Señor a diario del suelo, abrázale con todas tus fuerzas y pon tu cabeza miserable sobre su pecho abierto, para que acaben de enloquecerte los latidos de su Corazón amabilísimo.

Ese descorazonamiento que te producen tus faltas de generosidad, tus caídas, tus retrocesos —quizá sólo aparentes— te da la impresión muchas veces de que has roto algo de subido valor (tu santificación).

No te apures: lleva a la vida sobrenatural el modo discreto que para resolver conflicto semejante emplean los niños sencillos.

Han roto —por fragilidad, casi siempre— un objeto muy estimado por su padre. —Lo sienten, quizá lloran, pero van a consolar su pena con el dueño de la cosa inutilizada por su torpeza..., y el padre olvida el valor —aunque sea grande— del objeto destruido, y, lleno de ternura, no sólo perdona, sino que consuela y anima al chiquitín. —Aprende.

Te apartaste del camino, y no volvías porque te daba vergüenza. —Es más lógico que te diera vergüenza no rectificar.

Referencias a la Sagrada Escritura