Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Camino» cuya materia es Ángeles Custodios .

Parece como si tu Ángel te dijera: ¡tienes tu corazón lleno de tanta afección humana!... —Y luego: ¿eso quieres que custodie tu Custodio?

Ten confianza con tu Ángel Custodio. —Trátalo como un entrañable amigo —lo es— y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día.

Gánate al Ángel Custodio de aquel a quien quieras traer a tu apostolado. —Es siempre un gran «cómplice».

Si tuvieras presentes a tu Ángel y a los Custodios de tus prójimos evitarías muchas tonterías que se deslizan en la conversación.

Te pasmas porque tu Ángel Custodio te ha hecho servicios patentes. —Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti.

¿Que hay en ese ambiente muchas ocasiones de torcerse? —Bueno. Pero, ¿acaso no hay también Custodios?

Acude a tu Custodio, a la hora de la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones.

Gustosamente harían su oficio los Santos Ángeles Custodios con aquella alma que les decía: «Ángeles Santos, yo os invoco, como la Esposa del Cantar de los Cantares, ‘ut nuntietis ei quia amore langueo’ —para que le digáis que muero de amor».

Sé que te doy una alegría copiándote esta oración a los Santos Ángeles Custodios de nuestros Sagrarios:

Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor.

Bebe en la fuente clara de los «Hechos de los Apóstoles»: en el cap. XII, Pedro, por ministerio de Ángeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marcos. —No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. «Angelus ejus est!» —¡será su Ángel!, decían.

—Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos.

—¿Y tú?

Del «apostolado epistolar» me haces un buen panegírico. —Escribes: «No sé cómo emborronar papel hablando de cosas que puedan ser útiles al que recibe la carta. Cuando empiezo, le digo a mi Custodio que si escribo es con el fin de que sirva para algo. Y, aunque no diga más que bobadas, nadie puede quitarme —ni quitarle— el rato que he pasado pidiendo lo que sé que más necesita el alma a quien va dirigida mi carta».

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura