Lista de puntos

Hay 24 puntos en «Camino» cuya materia es Carácter.

Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.

Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. —Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón.

Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: este lee la vida de Jesucristo.

Gravedad. —Deja esos meneos y carantoñas de mujerzuela o de chiquillo. —Que tu porte exterior sea reflejo de la paz y el orden de tu espíritu.

No digas: «Es mi genio así..., son cosas de mi carácter». Son cosas de tu falta de carácter: Sé varón —«esto vir».

Acostúmbrate a decir que no.

Vuelve las espaldas al infame cuando susurra en tus oídos: ¿para qué complicarte la vida?

No tengas espíritu pueblerino. —Agranda tu corazón, hasta que sea universal, «católico».

No vueles como un ave de corral, cuando puedes subir como las águilas.

Serenidad. —¿Por qué has de enfadarte si enfadándote ofendes a Dios, molestas al prójimo, pasas tú mismo un mal rato... y te has de desenfadar al fin?

Eso mismo que has dicho dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio, y, sobre todo, no ofenderás a Dios.

No reprendas cuando sientes la indignación por la falta cometida. —Espera al día siguiente, o más tiempo aún. —Y después, tranquilo y purificada la intención, no dejes de reprender. —Vas a conseguir más con una palabra afectuosa que con tres horas de pelea. —Modera tu genio.

Voluntad. —Energía. —Ejemplo. —Lo que hay que hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos...

Sin esto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros1; ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa...; ni Íñigo de Loyola, San Ignacio...

¡Dios y audacia! —«Regnare Christum volumus!»

Crécete ante los obstáculos. —La gracia del Señor no te ha de faltar: «inter medium montium pertransibunt aquae!» —¡pasarás a través de los montes!

¿Qué importa que de momento hayas de recortar tu actividad si luego, como muelle que fue comprimido, llegarás sin comparación más lejos que nunca soñaste?

Egoísta. —Tú, siempre a «lo tuyo». —Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños.

Presiento tu fracaso rotundo. —Y, cuando estés hundido, querrás que vivan contigo la caridad que ahora no quieres vivir.

Tú no serás caudillo si en la masa sólo ves el escabel para alcanzar altura. —Tú serás caudillo si tienes ambición de salvar todas las almas.

No puedes vivir de espaldas a la muchedumbre: es menester que tengas ansias de hacerla feliz.

Nunca quieres «agotar la verdad». —Unas veces, por corrección. Otras —las más—, por no darte un mal rato. Algunas, por no darlo. Y, siempre, por cobardía.

Así, con ese miedo a ahondar, jamás serás hombre de criterio.

No tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte.

No me gusta tanto eufemismo: a la cobardía la llamáis prudencia. —Y vuestra «prudencia» es ocasión de que los enemigos de Dios, vacío de ideas el cerebro, se den tono de sabios y escalen puestos que nunca debieran escalar.

Ese abuso no es irremediable. —Es falta de carácter consentir que siga adelante, como cosa desesperada y sin posible rectificación.

No soslayes el deber. —Cúmplelo derechamente, aunque otros lo dejen incumplido.

Tienes, como ahora dicen, «mucho cuento». —Pero, con toda tu verborrea, no lograrás que justifique —¡providencial!, me has dicho— lo que no tiene justificación.

¿Será verdad —no creo, no creo— que en la tierra no hay hombres sino vientres?

«Pida que nunca quiera detenerme en lo fácil». —Ya lo he pedido. Ahora falta que te empeñes en cumplir ese hermoso propósito.

Fe, alegría, optimismo. —Pero no la sandez de cerrar los ojos a la realidad.

¡Qué modo tan trascendental de vivir las necedades vacías y qué manera de llegar a ser algo en la vida —subiendo, subiendo— a fuerza de «pesar poco», de no tener nada, ni en el cerebro ni en el corazón!

¿Por qué esas variaciones de carácter? ¿Cuándo fijarás tu voluntad en algo? —Deja tu afición a las primeras piedras y pon la última en uno solo de tus proyectos.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
1

Cisneros (1436-1517). Cardenal español. Regente del trono de España y confesor de la Reina Isabel la Católica. El Cardenal Cisneros inició la reforma de la Iglesia en España, adelantándose a la que, años después, comenzaría el Concilio de Trento para toda la cristiandad. Fueron notorios el temple y la energía de su carácter.

Referencias a la Sagrada Escritura