Lista de puntos
Pretextos. —Nunca te faltarán para dejar de cumplir tus deberes. ¡Qué abundancia de razonadas sinrazones!
No te detengas a considerarlas. —Recházalas y haz tu obligación.
Ese abuso no es irremediable. —Es falta de carácter consentir que siga adelante, como cosa desesperada y sin posible rectificación.
No soslayes el deber. —Cúmplelo derechamente, aunque otros lo dejen incumplido.
Pon la amable excusa que la caridad cristiana y el trato social exigen. —Y, después, ¡camino arriba!, con santa desvergüenza, sin detenerte hasta que subas del todo la cuesta del cumplimiento del deber.
El corazón, a un lado. Primero, el deber. —Pero, al cumplir el deber, pon en ese cumplimiento el corazón: que es suavidad.
No necesito milagros: me sobra con los que hay en la Escritura. —En cambio, me hace falta tu cumplimiento del deber, tu correspondencia a la gracia.
Tendrás más facilidad para cumplir tu deber al pensar en la ayuda que te prestan tus hermanos y en la que dejas de prestarles, si no eres fiel.
Esa falsa humildad es comodidad: así, tan humildico, vas haciendo dejación de derechos... que son deberes.
Pregúntate muchas veces al día: ¿hago en este momento lo que debo hacer?
¿Quieres de verdad ser santo? —Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces.
Sigue en el cumplimiento exacto de las obligaciones de ahora. —Ese trabajo —humilde, monótono, pequeño— es oración cuajada en obras que te disponen a recibir la gracia de la otra labor —grande, ancha y honda— con que sueñas.
«Se me ha pasado el entusiasmo», me has escrito. —Tú no has de trabajar por entusiasmo, sino por Amor: con conciencia del deber, que es abnegación.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/camino/823/ (05/05/2024)