Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas I» cuya materia es Libertad → de los miembros del Opus Dei.

Política, en el sentido noble de la palabra, no es sino un servicio para lograr el bien común de la Ciudad terrena. Pero este bien tiene una extensión muy grande y, por consiguiente, es en el terreno político donde se debaten y se dictan leyes de la más alta importancia, como son las que conciernen al matrimonio, a la familia, a la escuela, al mínimo necesario de propiedad privada, a la dignidad −los derechos y los deberes− de la persona humana. Todas estas cuestiones, y otras más, interesan en primer término a la religión, y no pueden dejar indiferente, apático, a un apóstol.

La Obra no tiene política alguna: no es ése su fin. Nuestra única finalidad es espiritual y apostólica, y tiene un resello divino: el amor a la libertad, que nos ha conseguido Jesucristo muriendo en la Cruz70. Por esto, la Obra de Dios no ha entrado ni entrará nunca en la lucha política de los partidos: no es solamente loable, sino un estricto deber para nuestra Familia sobrenatural mantenerse por encima de las querellas contingentes, que envenenan la vida política, por la sencilla razón de que la Obra −vuelvo a afirmar− no tiene fines políticos, sino apostólicos.

Pero vosotros, hijos míos −cada uno personalmente−, no sólo cometeríais un error, como os acabo de decir, sino que haríais una traición a la causa de Nuestro Señor, si dejarais el campo libre, para que dirijan los negocios del Estado, a los indignos, a los incapaces, o a los enemigos de Jesucristo y de su Iglesia.

No quiero con esto afirmar que todos los ciudadanos no cristianos sean indignos o incapaces, ni que todos vosotros hayáis de intervenir día tras día en las lides políticas. Muchos −la mayoría−, bastará que tengan un criterio seguro en todo lo que afecte a la Iglesia; que sepan dar la doctrina sana −que no es política, sino religiosa− a sus amigos y compañeros; y, finalmente, que cumplan con rectitud sus deberes cívicos, cuando el gobierno del país se lo pida.

Otros, en cambio, tendrán inclinación para dedicarse a las cuestiones políticas; no serán politicastros, que viven sólo de expedientes y compromisos con el fin de asegurarse un puesto, del que comen, en la vida pública de su patria, capaces de vender los derechos de primogenitura por un plato de lentejas71*, sino hombres que a su vida profesional unen un afán de servicio −nunca de dominio− a sus conciudadanos, en la vida política o en las organizaciones sindicales.

A todos os digo: los que tengáis vocación política, actuad libremente en ese terreno, sin abdicar de los derechos que como ciudadanos os competen; y buscad vuestra santificación ahí, mientras servís a la Iglesia y a la patria, procurando el bien común para todos en el modo que os parezca más adecuado, porque en lo temporal no hay dogmas.

Los demás, cumplid siempre con fidelidad vuestros deberes, y exigid que se respeten vuestros derechos. Y todos actuad libremente, porque es propio de nuestra peculiar llamada divina santificarnos, trabajando en las tareas ordinarias de los hombres según el dictado de la propia conciencia, sintiéndonos responsables personalmente de nuestras actividades libremente decididas, dentro de la fe y de la moral de Jesucristo.

Libremente: porque el vínculo que nos une es sólo espiritual. Estáis vinculados unos a otros, y cada uno con la Obra entera, sólo en el ámbito de la búsqueda de vuestra propia santificación, y en el campo −también exclusivamente espiritual− de llevar la luz de Cristo a vuestros amigos, a vuestras familias, a los que os rodean.

Sois, por tanto, ciudadanos que cumplen sus deberes y ejercitan sus derechos, y que están asociados en la Obra sólo para ayudarse espiritualmente a buscar la santidad y a ejercer el apostolado, con unos medios ascéticos y unos modos apostólicos peculiares. El fin espiritual de la Obra no distingue entre razas o pueblos −únicamente ve almas−, por lo que se excluye toda idea de partido o de mira política.

Y así, en todo: en lo que no se refiere al espíritu y al apostolado de la Obra, no estáis unidos más que por un empeño de fe, de moral y de doctrina social, que es el espíritu de la Iglesia Católica y, por tanto, el de todos los fieles.

Deberes cívicos

Este empeño de doctrina y de vida que nos da la Iglesia Católica, y que a vosotros, hijos míos, os empuja a servir a Dios mientras servís a vuestra patria, se concreta en unos puntos de verdad firmes, inconmovibles. Son principios indiscutibles que constituyen el denominador común −vinculum fidei− no vuestro, no de mis hijos, sino de todos los católicos, de todos los hijos fieles de la Santa Madre Iglesia.

Os diré, a este propósito, cuál es mi gran deseo: querría que, en el catecismo de la doctrina cristiana para los niños, se enseñara claramente cuáles son estos puntos firmes, en los que no se puede ceder, al actuar de un modo o de otro en la vida pública; y que se afirmara, al mismo tiempo, el deber de actuar, de no abstenerse, de prestar la propia colaboración para servir con lealtad, y con libertad personal, al bien común. Es éste un gran deseo mío, porque veo que así los católicos aprenderían estas verdades desde niños, y sabrían practicarlas luego cuando fueran adultos.

Notas
70

Cfr. Ga 4,31.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
71

* Cfr. Gn 25,29-34 (N. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura