Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas I» cuya materia es Apostolado → enseñar la doctrina de Cristo.

Quisiera que, al considerar estas cosas en la presencia de Dios, se os llenara el corazón de agradecimiento y, a la vez, de afán apostólico, de deseos de llevar a las gentes la noticia de esa caridad de Cristo. No lo olvidéis: dar doctrina es la gran misión nuestra.

En esto consiste el gran apostolado de la Obra: mostrar a esa multitud, que nos espera, cuál es la senda que lleva derecha hacia Dios. Por eso, hijos míos, os habéis de saber llamados a esa tarea divina de proclamar las misericordias del Señor: misericordias Domini in aeternum cantabo7, cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Toda nuestra labor tiene, por tanto, realidad y función de catequesis. Hemos de dar doctrina en todos los ambientes; y para eso necesitamos acomodarnos a la mentalidad de los que nos escuchan: don de lenguas. Don de lenguas que nos obliga a hablar con contenido: en efecto, hermanos, escribe San Pablo, si yo fuese a vosotros hablando lenguas, ¿qué os aprovechará si no os hablo instruyéndoos con la Revelación, o con la ciencia, o con la profecía, o con la doctrina?38. Luego, hay obligación de formarse: obligación de formarnos bien doctrinalmente, obligación de prepararnos para que entiendan; para que, además, sepan después expresarse los que nos escuchan.

Continúa San Pablo: si la lengua que habláis no es inteligible, ¿cómo se sabrá lo que decís?: no hablaréis sino al aire. El don de lenguas nos obliga a comprender a los demás. Es también el Apóstol el que adoctrina: hay en el mundo muchas diferentes lenguas, y no hay pueblo que no tenga la suya. Si yo, pues, ignoro lo que significan las palabras, seré bárbaro o extranjero para aquel a quien hable, y el que me hable será bárbaro para mí39.

No basta dar doctrina de un modo abstracto, despegado: antes os he dicho que es necesario hacer la más fervorosa apología de la Fe, con la doctrina y con el ejemplo de nuestra vida, vivida con coherencia. Hemos de imitar a Nuestro Señor, que hacía y enseñaba, coepit facere et docere40: el apostolado de dar doctrina está manco e incompleto, si no va acompañado por el ejemplo. Hay un refrán que deja, con la sabiduría del pueblo, muy claro lo que os estoy diciendo. Y el refrán es éste: fray ejemplo es el mejor predicador.

Acordaos de aquella pregunta de San Pedro al Señor, después de que Jesús explicó la parábola del padre de familia que vigila sobre su casa. Preguntó San Pedro: Señor, ¿dices por nosotros esa parábola, o por todos igualmente? El Señor le respondió: ¿quién piensas que es aquel administrador fiel y prudente, a quien su amo constituye en mayordomo de su familia, para distribuir a cada uno a su tiempo la medida del trigo o el alimento oportuno?56

Luego todos los que formamos la Obra estamos obligados a administrar a cuantos nos rodean el alimento de la palabra de Dios, de la doctrina de Dios. Y entonces también a nosotros irá derecho lo que el Maestro dijo, como una promesa de premio: dichoso el tal siervo, si su amo a la vuelta le halla ejecutando así su deber57*. Esta administración de la doctrina, con el ejemplo, con la palabra, por escrito, a través de la amistad, etc., esta enseñanza la hemos de hacer con discreción, para que no se alejen de Jesús los que tardan en comprender.

Tened presente lo que de Él cuenta San Mateo: et sine parabolis non loquebatur eis58, se acomodaba a la mentalidad del medio ambiente. He dicho que nos hemos de acomodar al medio ambiente, pero no adaptarnos al ambiente, al ambiente mundano: hay peligro de adaptarse, por cobardía, por comodidad o −da tristeza− por satisfacer las malas pasiones. Y entonces nos unimos al grupo de los desalentados. ¡No! No es éste el camino; que no se diga de nosotros: esos tales son del mundo, y por eso hablan el lenguaje del mundo59, sino lo que Jesús dijo a su Padre: así como tú me has enviado al mundo, así yo los he enviado también a ellos al mundo60.

Vos autem dixi amicos, quia omnia quaecumque audivi a Patre meo, nota feci vobis1; os he llamado amigos, porque os he hecho saber cuantas cosas oí de mi Padre. Aquí tenéis, hijas e hijos de mi alma, unas palabras de Jesucristo Señor Nuestro, que nos señalan el camino que hemos de seguir en nuestra labor apostólica. Dios nos ha llamado para llevar su doctrina a todos los rincones del mundo, para abrir los caminos divinos de la tierra, para hacer que conozcan a Jesucristo tantas inteligencias que nada saben de Él, y −al querernos en su Obra− también nos ha dado un modo apostólico de trabajar, que nos mueve a la comprensión, a la disculpa, a la caridad delicada con todas las almas.

Es el nuestro, un apostolado de amistad y de confidencia. Deseamos repetir siempre con el Espíritu Santo: ego cogito cogitationes pacis et non afflictionis2, tengo pensamientos de paz y no de aflicción, pensamientos que buscan la concordia, que tratan de conseguir un ambiente de caridad, indispensable para que la palabra de Dios arraigue en los corazones. La caridad es el vínculo de la fraternidad, el fundamento de la paz, lo que da firmeza y permanencia a la unidad; es mayor que la fe y que la esperanza; adelanta al martirio y a todas las obras; permanecerá eternamente con nosotros en el Reino de los Cielos3.

Notas
7

Sal 89[88],2.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
38

1 Co 14,6.

39

1 Co 14,9-11.

40

Cfr. Hch 1,1.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
56

Lc 12,41-42.

57

* Lc 12,43 (N. del E.).

58

Mt 13,34.

59

1 Jn 4,5.

60

Jn 17,18.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
1

Jn 15,15.

2

Cfr. Jr 29,11.

3

S. Cipriano de Cartago, De bono patientiae, 15 (CSEL 8, pp. 407-408).

Referencias a la Sagrada Escritura