Lista de puntos

Hay 2 puntos en «Cartas II» cuya materia es Amor → a Dios y a los demás.

No es mi propósito hacer en esta carta una exposición detallada de las principales exigencias de nuestra vocación. Sin embargo, como me he dejado llevar por San Juan, para hablaros de la necesidad del sacrificio en el cumplimiento de la voluntad del Padre, permitidme que os recuerde ahora la doctrina que el mismo apóstol daba a los primeros cristianos, deseosos también de conocer las obligaciones de su vocación cristiana.

Es una enseñanza que tiene toda la actualidad auténtica y perenne del Evangelio, hecha –por gracia especial de Dios– más patente a nuestros ojos, en virtud de la luz que nos pone en el alma nuestro profundo sentimiento de la filiación divina: carísimos, no voy a escribiros un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que habéis recibido desde el principio: el mandamiento antiguo es la palabra divina que oísteis. Y no obstante yo os digo que el mandamiento de que os hablo, que es el de la caridad, es un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en sí mismo y en vosotros, porque las tinieblas desaparecieron, y luce ya la luz verdadera. Quien dice estar en la luz aborreciendo a su hermano, en tinieblas está todavía. Quien ama a su hermano, en la luz mora, y en él no hay escándalo. Pero el que aborrece a su hermano, en tinieblas está y en tinieblas anda, y no sabe adonde va, porque las tinieblas le han cerrado los ojos27.

Camino de amor es el nuestro, hijos míos. De amor a Dios, nuestro Padre; de sincera, constante y delicada caridad fraterna. Siempre y en todo debéis vivir la caridad, porque también continuamente la caridad de nuestro Padre celestial es derramada en nuestros corazones28. Unidos en la caridad de Dios, consummati in unum29, viviendo el mandatum novum30 del Señor, seremos luz y calor de Dios entre los hombres, y fuertes como una ciudad amurallada: frater qui adiuvatur a fratre quasi civitas firma31, el hermano ayudado por su hermano es como una ciudad fortificada.

No quiero detenerme a comentaros las maravillas de la caridad sobrenatural y del cariño humano verdadero, que con tanta delicadeza estáis viviendo desde el principio de la Obra: no son pocas las almas que han descubierto el Evangelio en este calor cristiano de nuestro hogar, donde nadie puede sentirse solo, donde nadie puede padecer la amargura de la indiferencia.

Pero no he de dejar de haceros presente con insistencia que esa caridad de Cristo, que nos urge –caritas enim Christi urget nos32–, nos pide un amor grande, sin limitaciones, con obras de servicio33 a todos los hombres: de cualquier nación, lengua, religión o raza –sin hacer distinción, dentro del orden de la caridad, de miras personales, temporales o de partido, ya que nuestros fines son exclusivamente sobrenaturales–, porque por todos ha muerto Jesucristo, para que todos puedan llegar a ser hijos de Dios y hermanos nuestros.

Así haremos ver que la Santa Iglesia –trabajando nosotros y enseñando a los demás a trabajar fraternalmente, lealmente, codo con codo con todos los hombres– es una realidad viva, que vive especialmente por sus santos, que nunca faltan en alguna parte de este Cuerpo Místico.

Amor sincero a todos los hombres –manifestación necesaria del amor que tenemos a Dios34–, y amor también al mundo en el que habitamos, a todas las cosas nobles de la tierra, que son también objeto del amor de Dios35. Olvidad, pues, vuestra pequeñez y vuestra miseria, hijas e hijos míos, y poned los ojos y el corazón en este caudaloso río de aguas vivas, que es la Obra, que trata de contribuir eficazmente a que la humanidad se llene de caridad, de alegría y de paz.

Notas
27

1 Jn 2,7-11.

28

Cfr. Rm 5,5.

29

Jn 17,23.

30

Jn 13,34.

31

Pr 18,19.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
32

2 Co 5,14.

33

Cfr. 1 Jn 3,18.

34

Cfr. 1 Jn 4,20.

35

Cfr. Jn 3,16.

Referencias a la Sagrada Escritura