Lista de puntos
Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos pierden claridad, necesitamos ir a la luz. Y Jesucristo nos ha dicho que El es la Luz del mundo y que ha venido a curar a los enfermos.
—Por eso, que tus enfermedades, tus caídas —si el Señor las permite—, no te aparten de Cristo: ¡que te acerquen a El!
No te asustes, ni te desanimes, al descubrir que tienes errores…, ¡y qué errores!
—Lucha para arrancarlos. Y, mientras luches, convéncete de que es bueno que sientas todas esas debilidades, porque, si no, serías un soberbio: y la soberbia aparta de Dios.
Si tus errores te hacen más humilde, si te llevan a buscar con más fuerza el asidero de la mano divina, son camino de santidad: «felix culpa!» —¡bendita culpa!, canta la Iglesia.
Admira esta paradoja amable de la condición de cristiano: nuestra propia miseria es la que nos lleva a refugiarnos en Dios, a "endiosarnos", y con El lo podemos todo.
Dile: no veo, Jesús, ni una flor lozana en mi jardín: todas tienen manchas…, parece que todas han perdido su color y su aroma. ¡Pobre de mí! La boca en el estiércol, en el suelo: así. Este es mi lugar propio.
—De este modo —humillándote—, El vencerá en ti, y alcanzarás la victoria.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/forja/1307/ (05/05/2024)