Lista de puntos

De acuerdo, has obrado mal por debilidad. —Pero no entiendo cómo no reaccionas con clara conciencia: no puedes hacer cosas malas, y decir —o pensar— que son santas, o que carecen de importancia.

Si yo fuera leproso, mi madre me abrazaría. Sin miedo ni reparo alguno, me besaría las llagas.

—Pues, ¿y la Virgen Santísima? Al sentir que tenemos lepra, que estamos llagados, hemos de gritar: ¡Madre! Y la protección de nuestra Madre es como un beso en las heridas, que nos alcanza la curación.

Cuando hayas caído, o te encuentres agobiado por la carga de tus miserias, repite con segura esperanza: Señor, mira que estoy enfermo; Señor, Tú, que por amor has muerto en la Cruz por mí, ven a curarme.

Confía, insisto: persevera llamando a su Corazón amantísimo. Como a los leprosos del Evangelio, te dará la salud.

Así discurría tu oración: "me pesan mis miserias, pero no me agobian porque soy hijo de Dios. Expiar. Amar… Y —añadías— deseo servirme de mi debilidad, como San Pablo, persuadido de que el Señor no abandona a los que en El confían".

—Sigue así, te confirmé, porque —con la gracia de Dios— podrás, y superarás tus miserias y tus pequeñeces.

Me dices, contrito: "¡cuánta miseria me veo! Me encuentro, tal es mi torpeza y tal el bagaje de mis concupiscencias, como si nunca hubiera hecho nada por acercarme a Dios. Comenzar, comenzar: ¡oh, Señor, siempre en los comienzos! Procuraré, sin embargo, empujar con toda mi alma en cada jornada".

—Que El bendiga esos afanes tuyos.