Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Piedad → piedad eucarística .

En el Santo Sacrificio del altar, el sacerdote toma el Cuerpo de nuestro Dios y el Cáliz con su Sangre, y los levanta sobre todas las cosas de la tierra, diciendo: Per Ipsum, et cum Ipso, et in Ipso —¡por mi Amor!, ¡con mi Amor!, ¡en mi Amor!

Unete a ese gesto. Más: incorpora esa realidad a tu vida.

Cuenta el Evangelista que Jesús, después de haber obrado el milagro, cuando quieren coronarle rey, se esconde.

—Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar siempre junto a Ti, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos.

El más grande loco que ha habido y habrá es El. ¿Cabe mayor locura que entregarse como El se entrega, y a quienes se entrega?

Porque locura hubiera sido quedarse hecho un Niño indefenso; pero, entonces, aun muchos malvados se enternecerían, sin atreverse a maltratarle. Le pareció poco: quiso anonadarse más y darse más. Y se hizo comida, se hizo Pan.

—¡Divino Loco! ¿Cómo te tratan los hombres?… ¿Yo mismo?

Jesús, tu locura de Amor me roba el corazón. Estás inerme y pequeño, para engrandecer a los que te comen.

Has de conseguir que tu vida sea esencialmente, ¡totalmente!, eucarística.

Me gusta llamar ¡cárcel de amor! al Sagrario.

—Desde hace veinte siglos, está El ahí… ¡voluntariamente encerrado!, por mí, y por todos.

¿Has pensado en alguna ocasión cómo te prepararías para recibir al Señor, si se pudiera comulgar una sola vez en la vida?

—Agradezcamos a Dios la facilidad que tenemos para acercarnos a El, pero… hemos de agradecérselo preparándonos muy bien, para recibirle.

Dile al Señor que, en lo sucesivo, cada vez que celebres o asistas a la Santa Misa, y administres o recibas el Sacramento Eucarístico, lo harás con una fe grande, con un amor que queme, como si fuera la última vez de tu vida.

—Y duélete, por tus negligencias pasadas.

Me explico tu afán de recibir a diario la Sagrada Eucaristía, porque quien se siente hijo de Dios tiene imperiosa necesidad de Cristo.

Mientras asistes a la Santa Misa, piensa —¡es así!— que estás participando en un Sacrificio divino: sobre el altar, Cristo se vuelve a ofrecer por ti.

Cuando le recibas, dile: Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas.

Debemos hacer nuestras, por asimilación, aquellas palabras de Jesús: «desiderio desideravi hoc Pascha manducare vobiscum» —ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros. De ninguna forma podremos manifestar mejor nuestro máximo interés y amor por el Santo Sacrificio, que guardando esmeradamente hasta la más pequeña de las ceremonias prescritas por la sabiduría de la Iglesia.

Y, además del Amor, debe urgirnos la "necesidad" de parecernos a Jesucristo, no solamente en lo interior, sino también en lo exterior, moviéndonos —en los amplios espacios del altar cristiano— con aquel ritmo y armonía de la santidad obediente, que se identifica con la voluntad de la Esposa de Cristo, es decir, con la Voluntad del mismo Cristo.

Referencias a la Sagrada Escritura
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