Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Forja» cuya materia es Piedad → vida de piedad.

No dejaré de insistirte, para que se te grabe bien en el alma: ¡piedad!, ¡piedad!, ¡piedad!, ya que, si faltas a la caridad, será por escasa vida interior: no por tener mal carácter.

Con tu vida de piedad, aprenderás a practicar las virtudes propias de tu condición de hijo de Dios, de cristiano.

—Y junto a estas virtudes, adquirirás toda esa gama de valores espirituales, que parecen pequeños y son grandes; piedras preciosas que brillan, que hemos de recoger por el camino, para llevarlas a los pies del Trono de Dios, en servicio de los hombres: la sencillez, la alegría, la lealtad, la paz, las menudas renuncias, los servicios que pasan inadvertidos, el fiel cumplimiento del deber, la amabilidad…

Siempre que entro en el oratorio, le digo al Señor —he vuelto a ser niño— que le quiero más que nadie.

Cuando hables con el Señor, también si piensas que lo tuyo es todo palabrería, pídele una mayor entrega, un adelantamiento más decidido en la perfección cristiana: ¡que te encienda más!

No te limites a hablar al Paráclito, ¡óyele!

En tu oración, considera que la vida de infancia, al hacerte descubrir con hondura que eres hijo de Dios, te llenó de amor filial al Padre; piensa que, antes, has ido por María a Jesús, a quien adoras como amigo, como hermano, como amante suyo que eres…

Después, al recibir este consejo, has comprendido que, hasta ahora, sabías que el Espíritu Santo habitaba en tu alma, para santificarla…, pero no habías "comprendido" esa verdad de su presencia. Ha sido precisa esa sugerencia: ahora sientes el Amor dentro de ti; y quieres tratarle, ser su amigo, su confidente…, facilitarle el trabajo de pulir, de arrancar, de encender…

¡No sabré hacerlo!, pensabas. —Oyele, te insisto. El te dará fuerzas, El lo hará todo, si tú quieres…, ¡que sí quieres!

—Rézale: Divino Huésped, Maestro, Luz, Guía, Amor: que sepa agasajarte, y escuchar tus lecciones, y encenderme, y seguirte y amarte.

Persevera, voluntariamente y con amor —aunque estés seco—, en tu vida de piedad. Y no te importe si te sorprendes contando los minutos o los días que faltan para acabar esa norma de piedad o ese trabajo, con el turbio regocijo que pone, en semejante operación, el chico mal estudiante, que sueña con que se termine el curso; o el quincenario, que espera volver a sus andadas, al abrirle las puertas de la cárcel.

Persevera —insisto— con eficaz y actual voluntad, sin dejar ni un instante de querer hacer y aprovechar esos medios de piedad.

No sabemos los hombres tener con Jesús las suaves delicadezas que unos pobres toscos, pero cristianos, tienen diariamente con una infeliz criaturilla —su mujer, su hijo, su amigo—, pobre también como ellos.

—Esta realidad nos debería servir de revulsivo.

Todo cristiano debe buscar y tratar a Cristo, para poder amarle siempre más. —Pasa como con el noviazgo: el trato es necesario, porque, si dos personas no se tratan, no pueden llegar a quererse. Y nuestra vida es de Amor.

Hazte cada día más "romano", ama esa condición bendita, que adorna a los hijos de la única y verdadera Iglesia, puesto que así lo ha querido Jesucristo.

Aunque consigas pocas luces en la oración, aunque te parezca premiosa, seca…, has de considerar, siempre con visión nueva y segura, la necesidad de la perseverancia en todos los detalles de tu vida de piedad.

Si falta la piedad —ese lazo que nos ata a Dios fuertemente y, por El, a los demás, porque en los demás vemos a Cristo—, es inevitable la desunión, con la pérdida de todo espíritu cristiano.