Lista de puntos

Hay 7 puntos en «Forja» cuya materia es Jaculatorias.

Escribes, y copio: "«Domine, tu scis quia amo te!» —¡Señor, Tú sabes que te amo!: cuántas veces, Jesús, repito y vuelvo a repetir, como una letanía agridulce, esas palabras de tu Cefas: porque sé que te amo, pero ¡estoy tan poco seguro de mí!, que no me atrevo a decírtelo claro. ¡Hay tantas negaciones en mi vida perversa! «Tu scis, Domine!» —¡Tú sabes que te amo! —Que mis obras, Jesús, nunca desdigan estos impulsos de mi corazón".

—Insiste en esta oración tuya, que ciertamente El oirá.

A ti, que te ves tan falto de virtudes, de talento, de condiciones…, ¿no te dan ganas de clamar como Bartimeo, el ciego: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!?

—Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas muchas veces: ¡Señor, ten compasión de mí!

—Te oirá y te atenderá.

Has de sentir la necesidad urgente de verte pequeño, desprovisto de todo, débil. Entonces te arrojarás en el regazo de nuestra Madre del Cielo, con jaculatorias, con miradas de afecto, con prácticas de piedad mariana…, que están en la entraña de tu espíritu filial.

—Ella te protegerá.

Dios me ama… Y el Apóstol Juan escribe: "amemos, pues, a Dios, ya que Dios nos amó primero". —Por si fuera poco, Jesús se dirige a cada uno de nosotros, a pesar de nuestras innegables miserias, para preguntarnos como a Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?"…

—Es la hora de responder: "¡Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo!", añadiendo con humildad: ¡ayúdame a amarte más, auméntame el amor!

Repite de todo corazón y siempre con más amor, más aún cuando estés cerca del Sagrario o tengas al Señor dentro de tu pecho: non est qui se abscondat a calore eius —que no te rehúya, que el fuego de tu Espíritu me llene.

Hay que amar a la Santísima Virgen: ¡nunca la amaremos bastante!

—¡Quiérela mucho! —Que no te baste colocar imágenes suyas, y saludarlas, y decir jaculatorias, sino que sepas ofrecer —en tu vida llena de reciedumbre— algún pequeño sacrificio cada día, para manifestarle tu amor, y el que queremos que le profese la humanidad entera.

Ahí, desde ese lugar de trabajo, haz que tu corazón se escape al Señor, junto al Sagrario, para decirle, sin hacer cosas raras: Jesús mío, te amo.

—No tengas miedo a llamarle así —Jesús mío— y de repetírselo a menudo.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura