Lista de puntos

Hay 7 puntos en «Surco» cuya materia es Jaculatorias.

«Nunc coepi!» —¡ahora comienzo!: es el grito del alma enamorada que, en cada instante, tanto si ha sido fiel como si le ha faltado generosidad, renueva su deseo de servir —¡de amar!— con lealtad enteriza a nuestro Dios.

«Auxilium christianorum!» —Auxilio de los cristianos, reza con seguridad la letanía lauretana. ¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trances difíciles? Si lo haces con fe, con ternura de hija o de hijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tu Madre Santa María, que te llevará a la victoria.

Las jaculatorias no entorpecen la labor, como el latir del corazón no estorba el movimiento del cuerpo.

Cuando se está a oscuras, cegada e inquieta el alma, hemos de acudir, como Bartimeo, a la Luz. Repite, grita, insiste con más fuerza, «Domine, ut videam!» —¡Señor, que vea!… Y se hará el día para tus ojos, y podrás gozar con la luminaria que El te concederá.

Santa María es —así la invoca la Iglesia— la Reina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de aclamarla con ese título: «Regina pacis, ora pro nobis!» —Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! ¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?… —Te sorprenderás de su inmediata eficacia.

En ciertos ambientes, sobre todo en los de la esfera intelectual, se aprecia y se palpa como una consigna de sectas, servida a veces hasta por católicos, que —con cínica perseverancia— mantiene y propaga la calumnia, para echar sombras sobre la Iglesia, o sobre personas y entidades, contra toda verdad y toda lógica.

Reza a diario, con fe: «ut inimicos Sanctae Ecclesiae —enemigos, porque así se proclaman ellos— humiliare digneris, te rogamus audi nos!» Confunde, Señor, a los que te persiguen, con la claridad de tu luz, que estamos decididos a propagar.

El Señor convirtió a Pedro —que le había negado tres veces— sin dirigirle ni siquiera un reproche: con una mirada de Amor.

—Con esos mismos ojos nos mira Jesús, después de nuestras caídas. Ojalá podamos decirle, como Pedro: “¡Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo!”, y cambiemos de vida.

Referencias a la Sagrada Escritura
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