Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Forja» cuya materia es Rectitud de intención → buscar la gloria de Dios.

Cualquier trabajo, aun el más escondido, aun el más insignificante, ofrecido al Señor, ¡lleva la fuerza de la vida de Dios!

No te crees más obligaciones que… la gloria de Dios, su Amor, su Apostolado.

No esperes por tu labor el aplauso de las gentes.

—¡Más!: no esperes siquiera, a veces, que te comprendan otras personas e instituciones, que también trabajan por Cristo.

—Busca sólo la gloria de Dios y, amando a todos, no te preocupe que otros no te entiendan.

No somos buenos hermanos de nuestros hermanos los hombres, si no estamos dispuestos a mantener una recta conducta, aunque quienes nos rodeen interpreten mal nuestra actuación, y reaccionen de un modo desagradable.

Dedicaremos todos los afanes de nuestra vida —grandes y pequeños— a la honra de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

—Recuerdo con emoción el trabajo de aquellos universitarios brillantes —dos ingenieros y dos arquitectos—, ocupados gustosamente en la instalación material de una residencia de estudiantes. En cuanto colocaron el encerado en una clase, lo primero que escribieron los cuatro artistas fue: «Deo omnis gloria!» —toda la gloria para Dios.

—Ya sé que te encantó, Jesús.

No vivimos para la tierra, ni para nuestra honra, sino para la honra de Dios, para la gloria de Dios, para el servicio de Dios: ¡esto es lo que nos ha de mover!

La rectitud de intención está en buscar "sólo y en todo" la gloria de Dios.

Cuando —a veces, como un relámpago; en ocasiones, como una mosca sucia y pesada, a la que se echa y vuelve— venga a desazonarte el pensamiento de que te falta rectitud de intención, haz siempre, y enseguida, actos contrarios…, y sigue trabajando tranquilo, por El y con El.

—De paso, aunque te parezca que lo pronuncias sólo con los labios, di despacio: Señor, para mí nada quiero. Todo para tu gloria y por tu Amor.

Haz tuyos los pensamientos de aquel amigo, que escribía: "estuve considerando las bondades de Dios conmigo y, lleno de gozo interior, hubiera gritado por la calle, para que todo el mundo se enterara de mi agradecimiento filial: ¡Padre, Padre! Y, si no gritando, por lo bajo anduve llamándole así —¡Padre!—, muchas veces, seguro de agradarle.

—Otra cosa no busco; sólo quiero su agrado y su Gloria: todo para El. Si quiero la salvación, la santificación mía, es porque sé que El la quiere. Si, en mi vida de cristiano, tengo ansias de almas, es porque sé que El tiene esas ansias. De verdad lo digo: nunca he de poner los ojos en el premio. No deseo recompensa: ¡todo por Amor!"

¡Qué bueno es vivir de Dios! ¡Qué bueno es no querer más que su Gloria!