Lista de puntos

Hay 8 puntos en «Forja» cuya materia es Respetos humanos .

Estoy seguro de que El acogió tu súplica humilde y encendida: ¡Oh, Dios mío!, no me importa el "qué dirán": perdón, por mi vida infame: ¡que yo sea santo!… Pero sólo para Ti.

Cuando veas que la gloria de Dios y el bien de la Iglesia exigen que hables, no te calles.

—Piénsalo: ¿quién no sería valiente de cara a Dios, con la eternidad por delante? No hay nada que perder y, en cambio, sí mucho que ganar. Entonces, ¿por qué no te atreves?

No somos buenos hermanos de nuestros hermanos los hombres, si no estamos dispuestos a mantener una recta conducta, aunque quienes nos rodeen interpreten mal nuestra actuación, y reaccionen de un modo desagradable.

Fomenta tus cualidades nobles, humanas. Pueden ser el comienzo del edificio de tu santificación. A la vez, recuerda que —como ya te he dicho en otra ocasión— en el servicio de Dios hay que quemarlo todo, hasta el "qué dirán", hasta eso que llaman reputación, si es necesario.

Con sentido de profunda humildad —fuertes en el nombre de nuestro Dios y no, como dice el Salmo, "en los recursos de nuestros carros de combate y de nuestros caballos"—, hemos de procurar, sin respetos humanos, que no haya rincones de la sociedad en los que no se conozca a Cristo.

Por tu condición de ciudadano corriente, precisamente por ese "laicismo" tuyo, igual —ni más, ni menos— al de tus colegas, has de tener la valentía, que en ocasiones no será poca, de hacer "tangible" tu fe: que vean tus buenas obras y el motivo que te empuja.

Ante las acusaciones que consideramos injustas, examinemos nuestra conducta, delante de Dios, «cum gaudio et pace» —con alegre serenidad, y rectifiquemos, aunque se trate de cosas inocentes, si la caridad nos lo aconseja.

—Luchemos por ser santos, cada día más: y, luego, "que digan", siempre que a esos dichos se les pueda aplicar aquella bienaventuranza: «beati estis cum… dixerint omne malum adversus vos mentientes propter me» —bienaventurados seréis cuando os calumnien por mi causa.

Los que tenemos la verdad de Cristo en el corazón hemos de meter esta verdad en el corazón, en la cabeza y en la vida de los demás. Lo contrario sería comodidad, táctica falsa.

Piénsalo de nuevo: a ti, ¿te pidió permiso Cristo para meterse en tu alma? —Te dejó la libertad de seguirle, pero te buscó El, porque quiso.