Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Dolor.

Me comentabas que hay escenas de la vida de Jesús que te emocionan más: cuando se pone en contacto con hombres en carne viva…, cuando lleva la paz y la salud a los que tienen destrozados su alma y su cuerpo por el dolor… Te entusiasmas —insistías— al verle curar la lepra, devolver la vista, sanar al paralítico de la piscina: al pobre del que nadie se acuerda. ¡Le contemplas entonces tan profundamente humano, tan a tu alcance!

—Pues…, Jesús sigue siendo el de entonces.

Pediste al Señor que te dejara sufrir un poco por El. Pero luego, cuando llega el padecimiento en forma tan humana, tan normal —dificultades y problemas familiares…, o esas mil pequeñeces de la vida ordinaria—, te cuesta trabajo ver a Cristo detrás de eso. —Abre con docilidad tus manos a esos clavos…, y tu dolor se convertirá en gozo.

No te quejes, si sufres. Se pule la piedra que se estima, la que vale.

¿Te duele? —Déjate tallar, con agradecimiento, porque Dios te ha tomado en sus manos como un diamante… No se trabaja así un guijarro vulgar.

Los que huyen cobardemente del sufrimiento, tienen materia de meditación al ver con qué entusiasmo otras almas abrazan el dolor.

No son pocos los hombres y las mujeres que saben padecer cristianamente. Sigamos su ejemplo.

¿Te lamentas?… y me explicas como si tuvieras la razón: ¡un pinchazo!… ¡Otro!…

—¿Pero no te haces cargo de que es tonto sorprenderse de que haya espinas entre las rosas?

Déjame que, como hasta ahora, te siga hablando en confidencia: me basta tener delante de mí un Crucifijo, para no atreverme a hablar de mis sufrimientos… Y no me importa añadir que he sufrido mucho, siempre con alegría.

¿No te comprenden?… El era la Verdad y la Luz, pero tampoco los suyos le comprendieron. —Como tantas veces te he hecho considerar, acuérdate de las palabras del Señor: “no es el discípulo más que el Maestro”.

Para un hijo de Dios, las contradicciones y calumnias son, como para un soldado, heridas recibidas en el campo de batalla.

Te traen y te llevan… La fama, ¿qué importa?

En todo caso, no sientas vergüenza ni pena por ti, sino por ellos: por los que te maltratan.

A veces no quieren entender: están como cegados… Pero, otras, eres tú el que no ha logrado hacerse comprender: ¡corrígete!

No basta tener razón. Además, es necesario saber hacerla valer…, y que los otros quieran reconocerla.

Sin embargo, afirma la verdad siempre que sea necesario, sin detenerte por el “qué dirán”.

Si frecuentas la escuela del Maestro, no te extrañará que también tengas que bregar contra la incomprensión de tantas y de tantas personas, que podrían ayudarte muchísimo, sólo con que hicieran el menor esfuerzo por ser comprensivos.

Referencias a la Sagrada Escritura