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Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Entrega.

Muchas veces te preguntas por qué almas, que han tenido la dicha de conocer al verdadero Jesús desde niños, vacilan tanto en corresponder con lo mejor que poseen: su vida, su familia, sus ilusiones.

Mira: tú, precisamente porque has recibido “todo” de golpe, estás obligado a mostrarte muy agradecido al Señor; como reaccionaría un ciego que recobrara la vista de repente, mientras a los demás ni siquiera se les ocurre que han de dar gracias porque ven.

Pero… no es suficiente. A diario, has de ayudar a los que te rodean, para que se comporten con gratitud por su condición de hijos de Dios. Si no, no me digas que eres agradecido.

Medítalo despacio: es muy poco lo que se me pide, para lo mucho que se me da.

Los que nos hemos dedicado a Dios, nada hemos perdido.

La Virgen Santa María, Maestra de entrega sin límites. —¿Te acuerdas?: con alabanza dirigida a Ella, afirma Jesucristo: “¡el que cumple la Voluntad de mi Padre, ése —ésa— es mi madre!…”

Pídele a esta Madre buena que en tu alma cobre fuerza —fuerza de amor y de liberación— su respuesta de generosidad ejemplar: «ecce ancilla Domini!» —he aquí la esclava del Señor.

Parecía plenamente determinado…; pero, al tomar la pluma para romper con su novia, pudo más la indecisión y le faltó valentía: muy humano y comprensible, comentaban otros. Por lo visto, según algunos, los amores terrenos no están entre lo que se ha de dejar para seguir plenamente a Jesucristo, cuando El lo pide.

Algunos se comportan, a lo largo de su vida, como si el Señor hubiera hablado de entregamiento y de conducta recta sólo a los que no les costase —¡no existen!—, o a quienes no necesitaran luchar.

Se olvidan de que, para todos, Jesús ha dicho: el Reino de los Cielos se arrebata con violencia, con la pelea santa de cada instante.

Altibajos. Tienes muchos, ¡demasiados! altibajos.

La razón es clara: hasta aquí, has llevado una vida fácil, y no quieres enterarte de que del “desear” al “darse” media una distancia notable.

Recupera el tiempo que has perdido descansando sobre los laureles de la complacencia en ti mismo, al creerte una persona buena, como si fuese suficiente ir tirando, sin robar ni matar.

Aprieta el paso en la piedad y en el trabajo: ¡te queda tanto por recorrer aún!; convive a gusto con todos, también con los que te molestan; y esfuérzate para amar —¡para servir!— a quienes antes despreciabas.

Renovación no es relajación.

Si no es para construir una obra muy grande, muy de Dios —la santidad—, no vale la pena entregarse.

Por eso, la Iglesia —al canonizar a los santos— proclama la heroicidad de su vida.

¡Cuidado: hila muy fino! —Procura que, al alzar tú la temperatura del ambiente que te rodea, no baje la tuya.

¡Dichosas aquellas almas bienaventuradas que, cuando oyen hablar de Jesús —y El nos habla constantemente—, le reconocen al punto como el Camino, la Verdad y la Vida!

—Bien te consta que, cuando no participamos de esa dicha, es porque nos ha faltado la determinación de seguirle.

Referencias a la Sagrada Escritura
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